Debo comenzar esta entrega, por cierto relacionada con el inicio de los vínculos de algunos niños con lo aeronáutico, dedicándola a la memoria del recientemente fallecido ingeniero civil Federico Dovalí Ramos, compañero de estudios de mi padre en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el gran maestro de la ingeniería aeroportuaria mexicana, y quien fue mi primera influencia en esto de los aviones.
Llevamos dos pérdidas de grandes maestros en lo aéreo en cuestión de unos días, es cierto, pero la vida debe seguir…
Regreso al contenido original de mi texto:
Esa sí que no me la esperaba, y es que pensé que, con todo lo que hablo o escribo sobre Charles A. Lindbergh, por lo menos para mi entorno más íntimo, el saber quién era mi héroe, equivale a ese tiro en el golf tan cercano al hoyo al que se le conoce como “dado”. Lo cierto es que para mi preadolescente hijo Simón, el tiro no tenía nada de dado, tanto así que hace unos días, luego de compartirle algún material sobre el también denominado “Águila Solitaria”, me preguntó de la manera más natural posible: Papá, ¿quién es Lindbergh?
En un principio sufrí un bloqueo cognitivo y no pude articular una respuesta adecuada para un interlocutor de su edad. No tardé mucho en comprender que se trata de un niño y que tan acostumbrado a la tecnología de la información, como lo están los chamacos de hoy, a mi chiquito le será muy, pero muy fácil acceder, Google mediante, a toda clase de información biográfica sobre el piloto del “Espíritu de San Luis”, no a así a lo que su nombre en realidad evoca.
Afortunadamente para ambos, la pregunta me la planteó a escasos días de que me acompañe a hacer un vuelo con destino a Tijuana, aeropuerto que emplearemos para ingresar a California por medio del Cross Border Express y de ahí dirigirnos de la mano de nuestro hijo y hermano mayor, Juan Pablo, al lindberghiano San Diego, en donde tendré la oportunidad de hablarle de la maravilla no solamente del vuelo humano, sino de las aportaciones que a la aviación regaló el que algunos consideramos es la figura histórica más importante del quehacer aéreo.
Intentaré por venderle el concepto de héroe y la importancia de contar con ellos, ubicando a Lindbergh como ese inspirador transformador, cuya épica hazaña al volar solo y sin escalas entre Nueva York y París, en mayo de 1927, le dio tanto crédito ante el público que lo colocó en la muchas veces irrepetible posición de influir, tal y como lo hizo, en las decisiones que marcaron el futuro de la aeronáutica. Haré lo posible por presentar al mítico personaje como todo un ser humano, con grandes virtudes y también con enormes defectos. Es de esperarse que le comparta cómo es que nació mi vínculo y la clase de contactos que he tenido, no solamente en San Diego, con esta controversial y fascinante celebridad que tanto ha aportado a mi vida. Seré objetivo y le confesaré que hay otros y quizás más benignos personajes para estudiar, inclusive en el tema del aéreo, para que elija, si es que así lo decide hacer, alguno o alguna. Y algo muy importante: haré lo que esté a mi alcance para que mi compañero de viaje a San Diego comprenda que esos vuelos, que vamos a hacer juntos, no son producto de la casualidad, sino resultado de un añejo esfuerzo del hombre, en el que se han invertido talentos, recursos financieros y se han sacrificado muchas vidas, por lo que debemos valorar todo aquello que contribuya a la seguridad, regularidad, eficiencia, sostenibilidad y sustentabilidad de las operaciones aéreas.
¿Y si se clava con Lindbergh?
Quienes me conocen, saben que por material de estudio, anécdotas y memorabilia no va a parar. Al final de cuentas, la decisión es suya. Creo que ya superamos los tiempos en los que los hijos tenían que emular la profesión de los padres.
A propósito del vuelo, partirá y regresará del Aeropuerto Internacional de Santa Lucía. Será interesante, no solamente un tercer despegue y aterrizaje ahí, sino también los comentarios que un joven y potencial aeronáutico que ocupará “mi asiento de ventanilla” pueda hacer sobre las instalaciones y servicios. Espero regresar con material valioso y digno de ser publicado sobre el “Felipe Ángeles”, el aeropuerto de Tijuana, la aerolínea que nos transportará (Volaris), el vuelo en sí mismo, el cruce transfronterizo, San Diego o sobre lo que se nos presente en el camino.
Por lo pronto, le deseo, estimado lector o lectora que tal y como le sucedió a este su servidor, que un día de estos, un hijo, hija, nieto o nieta se interese o le pregunte por alguna de las cosas que le apasionan a usted y, lo más importante: le dé, tal y como Simón está haciéndolo conmigo, la oportunidad de compartírselo con amor y objetividad, hasta dónde y cómo ello sea posible, conveniente o prudente.
¡Buen vuelo al infinito ingeniero Dovalí!
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