La noticia me llega por medio de un mensaje en Twitter, emitido por Volaris el pasado 12 de octubre: “La Autoridad de Aviación Civil en México (AFAC) acaba de notificar que el uso de cubrebocas se torna de carácter opcional en vuelos, esto aplica tanto para personal como pasajeros”. Posteriormente, me entero que la decisión aplica también a los aeropuertos. Ahora sí que me quedé frío…
Lo irónico de lo anterior es que la decisión emana justo en tiempos en los que se están registrando importantes rebrotes de Covid-19 en Europa, y en los que la Organización Mundial de la Salud alerta al mundo que la pandemia no ha concluido y, por lo tanto, no se debe caer en complacencias.
He empleado con frecuencia los espacios editoriales, que me privilegian con publicar mis comentarios de opinión, para criticar el manejo que en México, en particular en sus aeropuertos, se ha dado al tema de la pandemia. ¿Cómo no hacerlo nuevamente en esta oportunidad en la que me entero que, contrario a lo que el más elemental sentido común indica, es decir aquél que se refiere a acatar las recomendaciones de una ciencia tan fina e importante en nuestras vidas como es la médica y sus representantes (los doctores), las autoridades aeronáuticas mexicanas han decidido relajar las medidas preventivas en el aerotransporte?
¡Por favor!
De por sí, tal y como fui testigo de ello, tanto aerolíneas como aeropuertos no hicieron un gran trabajo en su estrategia de prevención de contagios, imagínese usted ahora cómo van a reaccionar, influidos por la postura, no solamente de la AFAC, sino también de una Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), cuya visión relajada respecto al uso del cubrebocas en los aviones me parece peligrosa y miope, toda vez que su empleo no solamente no inhibe el atractivo del medio, sino que por el contrario, lo incentiva al generar una imagen de conciencia de seguridad entre el público.
Y es que, dada la saturación de personas que registran al interior de sus vehículos, los medios de transporte y sus terminales han sido, son y me temo serán, uno de los principales focos de contagio, no solamente de Coronavirus, sino de muchos otros letales “bichos”, contra los cuales el empleo correcto de una herramienta tan económica como esta resulta, de manera científicamente demostrada, una de las medidas de protección más efectivas. Es más, aun cuando la pandemia llegase un día a ser historia, lo cual deseo con toda mi alma, no estaría nada mal que los usuarios de los medios de transporte tengamos la costumbre de colocar ese poco estético y, hay que reconocerlo, a veces molesto, pedazo de tela sobre nuestros rostros para protegernos, y proteger a los demás, de malos ratos en lo que a salud concierne.
Dicho en pocas palabras: con o sin cubrebocas la gente va a seguir volando. ¡Excelente!, pero no me hace ninguna gracia la idea de tener que compartir un espacio tan cerrado y concurrido, como es la cabina de una aeronave comercial, con personas posiblemente enfermas de Covid, a las que no les será requerido usar la protección mientras se encuentren a bordo; menos gracia me hace que ello se deba a la muy posiblemente precipitada decisión de una autoridad que, me da la impresión, debería enfocar su atención en temas de mayor importancia.
Así las cosas en este mi “México lindo y querido”...
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