El que una aeronave tan importante en términos de número de ejemplares ordenados y, por ende de valor industrial, haya permanecido en tierra 20 meses por orden de la autoridad certificadora no es un asunto menor. Lo he dicho repetidamente, si no hubiese sido porque el fabricante aeroespacial involucrado es nada menos que el más grande del mundo (Boeing), seguramente la industria tendría un jugador menos en el mercado.
Lo cierto es que la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA), en mi opinión corresponsable de las 346 muertes que la operación de una aeronave entonces a todas luces defectuosa, ha decidido finalmente autorizarla de regreso a los servicios comerciales, algo que sin duda beneficiará a las aerolíneas operadoras del modelo, entre las cuales se encuentra Aeroméxico, nuestra aerolínea bandera, que ha puesto en el MAX el futuro de la conformación de su flota de mediano alcance.
Si bien el reto no solamente para Aeroméxico sino para cualquier otra aerolínea que opere algo que se defina Boeing 737 (no solamente su versión MAX) es diseñar una estrategia que les permita minimizar la posibilidad de que sus pasajeros vinculen la aeronave en la que están por volar con un equipo peligroso es importante y requerirá mucha creatividad por parte de sus publicistas y publirrelacionistas, no se compara con el reto que tienen tanto el fabricante como la autoridad que certificó el avión de volver a ganarse la confianza de una industria aeroespacial global y su entorno, entre la que han perdido mucha credibilidad. Qué decir la de los mercados bursátiles, la industria de los seguros y la de los familiares de los ocupantes fallecidos, quienes por cierto se oponen a la decisión de la FAA. La verdad no me gustaría estar en los zapatos del encargado de las relaciones públicas ni de esta agencia, ni de la de Boeing.
Lo más probable es que para la mayoría de los pasajeros, a los que en realidad no le dice o importa mucho la denominación del modelo del avión en el que vuelan, el asunto del MAX no va a resultar realmente relevante. Esa es en mi opinión una buena noticia para las operadoras, no así todo lo que ha rodeado esta tragedia humana y debacle industrial, la cual, tal y como lo he expresado repetidamente en mis textos publicados habla muy mal de la calidad de las autoridades aeronáuticas certificadoras. ¡Ese es el gran tema a resolver!
Mientras eso sucede, si es que, toda vez que la transformación no es para nada sencilla, no resta más que desear que el proceso de reincorporación de los centenares de ejemplares del MAX actualmente en tierra a los itinerarios de las aerolíneas resulte lo más expedito y lo menos costoso posible.
Algo me dice que Boeing, más pronto de lo esperado, aún en el complicado entorno que supone la pandemia, terminará por ofrecer al mercado un completamente nuevo y espectacular modelo, por ahí denominado 797 para atender el segmento del 737, ahora más que nunca y con justa razón, en manos de Airbus.
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