¿Qué pensaría Charles Lindbergh del aerotransporte moderno, caracterizado por la masificación sobre la base de modelos de la alta eficiencia operativa que hacen posible que más y más personas accedan al avión para ir de un lugar a otro, ahora con el riesgo de contagiarse de un virus?, me pregunto.
No estoy tan seguro de que la idea de tener a tantas personas en el aire volando en las cantidades de aeronaves que hasta comienzos del año 2020 solían colmar los espacios aéreos pudiera ser totalmente de su agrado; no hay que olvidar que en sus últimos años de vida, el aviador (para entonces convertido en ecologista) no vacilaba en afirmar que si le diesen a escoger a escoger entre las aves y las aeronaves elegiría a las primeras, o en plantear una pregunta tan difícil de responder como la siguiente: “¿Realmente la civilización significa progreso? Y es que al Águila Solitaria, quien por cierto, dada su estatura, no volaría muy cómodo que digamos en las cabinas tan densamente configuradas de la actualidad, no le alegraba mucho ver la faz de la Tierra cada día sin menos bosques y selvas, pero eso sí, cada vez más invadida por la urbanización.
Quiero pensar entonces que a primera vista vincular su nombre a una aerolínea low-cost no resultaría la mejor idea; pero llega a suceder y de manera afortunada.
Veamos un caso:
El que una sala de reuniones en instalaciones de la “Ultra-Low Cost” mexicana Volaris se llame “Lindbergh” no me sorprendió; al final de cuentas su nombre frecuentemente es empleado de diversas maneras en las organizaciones aeronáuticas. Lo que sin duda llamó mi atención, y por cierto, de una manera particularmente agradable, es que el señor Enrique Beltranena, al frente de la aerolínea, fuese un entusiasta de la historia de la aviación y de Lindbergh en particular.
No hace mucho tiempo tuve el privilegio de ser recibido por este destacado ejecutivo del aerotransporte latinoamericano; al ingresar a su despacho no pude dejar de notar la presencia de un modelo del “Espíritu de San Luis” colgando del techo. “Lo armé yo” me dijo orgulloso el amable guatemalteco, dando pie a lo que se convirtió en una muy interesante conversación en materia de cultura aeronáutica, tema que no dudó en compartirme, promueve activamente en el seno de Volaris.
Ahora me queda claro que sí es posible vincular a una low-cost con un héroe del aerotransporte “Legacy” como Lindbergh, mediante eso precisamente: la cultura, la historia y la pasión por lo aéreo, valores que son propios de una persona tan influyente como Beltranena, algo que me da tanto gusto que me atrevo a compartirlo en esta oportunidad con mis estimados lectores, entre los cuales puedo presumir está precisamente el competente funcionario, a quien por esta vía propongo que se anime a bautizar “Charles Lindbergh” a alguno de sus aviones, suplicándole que, de hacerlo, no olvide a los héroes aeronáuticos mexicanos, como Juan Guillermo Villasana y Emilio Carranza, por ejemplo, que sin duda también son merecedores de ser así reconocidos.
Entonces, Don Enrique: ¿se anima a ponerle “Lindbergh” a uno de sus Airbus, reforzando así la estrategia de sostenibilidad de Volaris? Esperemos que así sea.
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