Una de las variables que más pesan en el negocio del aerotransporte es la confianza: la de los inversionistas en el futuro de la empresa, la de las autoridades en su funcionamiento, la de los colaboradores en su fuente de trabajo y lo más importante, la de los clientes, llámense pasajeros y expedidores de carga. Para nadie es un secreto que cuando una aerolínea pierde la confianza de alguno de ellos, o lo que es peor, de varios de estos sectores, está condenada al fracaso.
Si bien la manera más contundente de que una aerolínea pierda la confianza se relaciona con un accidente aéreo o recurrentes incidentes que afectan la seguridad operativa, hay otros caminos para perderla, ya sea de forma individual entre ciertos actores, por ejemplo de un mal servicio a un cliente, quien no dudará de compartir su molestia en su entorno, o de forma generalizada cuando se presentan en ella y es dada a conocer en los medios cierta problemática operativa, laboral, financiera o legal.
¿Quién va a pretender hacer una reservación para volar en una aerolínea que se está ganando una fama de no estar cumpliendo con su compromiso de transportar confiablemente el tráfico a su destino? ¿Quién va a arriesgar ese esperado viaje de familia, ese viaje de bodas, hacer esa negociación, impartir esa conferencia o enviar esa embarque, contratando con una proveedora que por lo menos, a la luz pública, se está haciendo de una fama de poco confiable? ¡Creo que se lo van a pensar! Lo he visto en el pasado con aerolíneas que comenzaron a descuidar su operación y a sus favorecedores, solo para terminar con las alas cortadas y sus aviones en tierra.
Eso es lo que me preocupa que está ocurriendo con la que aún sigo considerando la mejor aerolínea de México: Interjet. Bajo una nueva dirección, la veo en camino de perder los diferenciadores que la habían hecho hasta ahora atractiva, llevándola cada vez más cerca de ese modelo de operación de ultra-bajo costo que no necesariamente satisface las necesidades de un segmento importante de la demanda que requiere efectivamente tarifas competitivas, pero también de cierto nivel de servicio y comodidad.
Hablar de Interjet está en boga, el problema es que se está hablando de ella en sentido negativo en torno a temas relacionados ya sea con sus “peligrosos” aviones rusos, sus conflictos laborales, sus malas finanzas, su posible venta, sus problemas fiscales y crecientemente, con sus cancelaciones y retrasos.
Ignoro si se trata de una acción deliberada por parte de sus dueños o del gobierno, muy al estilo de lo que ocurrió con Mexicana de Aviación, cuyo posible regreso, por cierto, se sigue barajando en el ambiente, cargado de presiones políticas y por ahí incidiendo en lo ocurre en Interjet, o simple y sencillamente se trata de otra página más de la compleja coyuntura interna y externa del aerotransporte. En una de esas, estamos hablando de una combinación de todos estos factores. Lo cierto es que, en mi opinión, están destruyendo a una gran aerolínea, comenzando por quitarle, insisto, lo más importante: la confianza de su mercado.
En este contexto, me da la impresión que ese proceso de consolidación en el sobreofertado aerotransporte mexicano que he anticipado, está por dar inicio, pero me temo, que no será sencillo ni agradable para muchos.
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