Desde la Constitución, todo el marco normativo aeronáutico aplicable –incluyendo a la Ley de Aviación Civil vigente– deja perfectamente claro que para tripular cualquier aeronave que se ampare con la bandera mexicana se requiere ser mexicano por nacimiento y no haber adquirido otra nacionalidad. ¿A qué viene todo esto?
Hay voces dentro y fuera del gremio de los pilotos que apuntan a que México se estaría sumando a los países en los que está permitido que extranjeros sean contratados temporal o permanentemente para hacer las funciones de piloto en aeronaves comerciales.
Esta práctica obedece en mi opinión a dos factores: por una parte, a la falta de pilotos calificados para encargarse de operar el creciente número de vuelos que realiza el aerotransporte a nivel mundial; y por otra, a la creciente importancia de las aerolíneas que operan bajo modelos de bajo costo, que no tienen escrúpulos al contratar mano de obra lo más barata posible.
Lo cierto es que resulta cada vez más evidente la batalla que libran las aerolíneas de todo el mundo para atraer y conservar personal técnico aeronáutico, principalmente pilotos experimentados y sus correspondientes instructores, algo que genera presiones para que las autoridades nacionales revisen su normatividad y flexibilicen su postura en relación al empleo pilotos extranjeros en las aeronaves de sus aerolíneas.
Si bien no queda del todo claro si el aerotransporte de México se encuentra ya en un escenario de escasez de pilotos, lo cierto es que muchos de ellos han emigrado a otras latitudes, atraídos por altos sueldos, interesantes prestaciones y la posibilidad de volar sofisticados y enormes equipos en enigmáticas geografías.
¿Nacionalismo exacerbado? No necesariamente: imposible olvidar que el aerotransporte es una actividad estratégica que contribuye entre otras cosas a la seguridad e integración nacional, pasando por su desarrollo económico general y local, y que además requiere compromisos de lealtad propios de quienes aman a su tierra natal.
Lo anterior, sin olvidar el alcance jurídico del complejo y representativo papel que juega el comandante de una aeronave portadora de la bandera mexicana en los cielos o los aeropuertos fuera de nuestras fronteras, asunto en el que se puede enmarcar todo un tema de soberanía.
Sin dejar de menospreciar también la necesidad de proteger el derecho de empleo de los mexicanos, estos factores contribuyen a que yo piense que México tiene que hacer lo que sea necesario para no encontrarse, tal y como ocurre a otros países, en una situación en la que a sus aerolíneas no les quede otra alternativa que sumar talento extranjero a sus cabinas de vuelo. Menos aún debe permitirse que las aerolíneas mexicanas contraten mano de obra técnico aeronáutica con licencia del exterior bajo el pretexto de que se puede acceder a ella a un costo menor.
Me da la impresión que México aún cuenta con los pilotos que necesita y que el reto para para nuestras aerolíneas puede terminar siendo el de lograr retenerlos. La opción de sustituirlos con extranjeros, por mejor entrenados o más competitivos que pudieran resultar, no me parece que corresponda a los mejores intereses de nuestra aviación y por ende del país.
Estaremos pendientes de cómo evoluciona el tema.
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