En tiempos en los que a los pasajeros todos los aviones les parecen lo mismo, me parece relevante constatar frecuentemente cómo es que uno de ellos, el Boeing 787, rompe el paradigma y destaca en el gusto de los pasajeros que no dudan en calificarlo como una aeronave fuera de lo común, en la que la experiencia de volar resulta mucho más agradable. Ya sea por su sistema de entretenimiento, por sus modernos interiores, por los bajos niveles de ruido a los que se somete a sus ocupantes o porque dentro de su cabina se mantienen niveles de humedad y presión de tal manera que se genera una sensación de menor incomodidad y desgaste, en especial en vuelos de largo recorrido, lo cierto es que el 787 se está ganando al pasajero, algo que insisto, no resulta nada fácil de lograr. Frecuentemente escucho a propios y extraños alabar las prestaciones al pasajero que ofrece el 787, me sumo a ellos luego de haber realizado algunos vuelos en ese equipo. Mi primera reacción al volar en él fue pensar: ¡Qué padre avión!, frase que, además, he notado que invariablemente expresan mis conocidos luego de haber volado en uno de ellos. Impresionados por lo que viven en un 787, el pasajero pregunta sobre el modelo en el que vuela y lo más importante: lo recuerda y relaciona con la aerolínea que lo opera y eso es muy valioso.
La verdad es que me da gusto que esto esté sucediendo con el 787; desde hace décadas no se había registrado un fenómeno similar con una aeronave y más en la categoría de los aviones de mediana capacidad. El enorme Airbus A380 llama mucho la atención y agrada al pasajero, pero tal y como lo comenté en una reciente nota en estos mismos espacios editoriales, su tamaño y el hecho de que el pasajero virtualmente es alejado de lo que huela a aeronáutico dentro de él contribuyen a su aceptación. El 787 es muy aeronáutico por dentro y por fuera, y aun así le agrada a quien lo vuela. Es lo suficientemente grande como para ser tan cómodo como se percibe a los aviones de cabina ancha, es decir los que tienen dos pasillos dividiendo a sus filas de asientos, pero no es tan masivo como un 747 o un A380, por lo tanto se le puede emplear en rutas de menor demanda y mayor frecuencia y hasta en ruta de menor alcance, (por cierto, no necesariamente las óptimas para este modelo, dadas sus prestaciones técnicas) como las que realiza con el Aeroméxico, caso de vuelos México-Cancún, México-Monterey, México-Nueva York, México-Los Ángeles y México-Tijuana, por ejemplo.
De esta manera, compruebo que Boeing le atinó con el 787, tanto así que su competidor, tarde o temprano tuvo que reconocer que su A330, por más mejorado que pudiera ofrecerse, no le llegaría el 787, forzándolo a desarrollar su A350, y que conforme escribo esta nota está siendo puesto en operación por un creciente número de aerolíneas. No he tenido aún la oportunidad de conocer el A350, pero algo me dice que como el 787 va a resultar sumamente popular entre los pasajeros y eso es digno de destacar de esta generación de aeronaves comerciales.
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