Esta sí que no me la esperaba, pero confieso que no me sorprende. Vincular la virulenta retórica antiinmigrante, aislacionista y abiertamente racista del candidato presidencial norteamericano a la del héroe que hacia los años 30 del siglo pasado salió de su escondite y se convirtió en el principal portavoz de un movimiento en contra de la intervención de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, tal y como está ocurriendo en algunos foros, no me cuesta trabajo, debido a que me queda claro que mi admiración por Lindbergh aviador y promotor aeronáutico, tan grande que es, no logra cegarme a la realidad que mi héroe, como todo ser humano, estaba plagado de defectos.
Y es que de la misma manera en la que un Donald Trump emplea los medios masivos de comunicación para lanzar su odio contra casi todo, disfrazándolo de un mensaje en el que llama a los norteamericanos a hacer nuevamente grande a su nación, Lindbergh recurriendo a su popularidad e influencia empleó la radio (entonces el más efectivo medio de difusión) para tratar de mantener a su país fuera de una guerra en la que afirmaba no tenía nada que hacer, proponiendo más bien blindar sus fronteras contra otras amenazas diferentes a la Alemania Nazi, como eran los comunistas rusos, los chinos y otras nacionalidades con poblaciones no arias.
Lindbergh como hoy día sucede con Trump tuvo mucho éxito en llamar a la “buena conciencia de la clase media norteamericana” al grado que muchos le comenzaron a ver como presidenciable por parte del Partido Republicano y como un verdadero rival para Franklin D. Roosevelt, con quien de por sí se había enemistado desde que en el año 1934 el presidente demócrata canceló los contratos de transporte de correo aéreo en los Estados Unidos que ostentaban las grandes aerolíneas, entre ellas la TWA, conocida inclusive como “The Lindbergh Line.
Con el antecedente de que su papá fue un destacado congresista por el estado de Minnesota lo cual valió para que de niño tuviese contacto de primera mano con la política y Washington, muchos le vieron como un líder político, sin embargo, el aviador no tenía aspiración de ser presidente ni líder de nada; por el contrario. el solo quería asegurarse que su país no participara en una guerra que estaba convencido (y siento que tuvo razón) crearía gran destrucción, costaría millones de vidas y solo serviría para que los rusos expandieran su influencia en Europa, si es que no era perdida por los aliados con las funestas consecuencias que ello hubiese supuesto (afortunadamente aquí sí erró).
Sin lograr que los norteamericanos dejasen de entrometerse con préstamos y otros apoyos a los ingleses y franceses acercándose así a la guerra y segundo habiendo sido atacadas las islas hawaianas por la fuerzas militares japonesas en diciembre de 1941 (Pearl Harbor) a Lindbergh no le quedó otra que ofrecerse para defender en uniforme a su país.
Con lo que no contaba es que Roosevelt se encargó de que eso no sucediese y tachado de traidor y vetado por doquier, tuvo que limitarse a contribuir al esfuerzo bélico básicamente desde un papel de asesor (muy efectivo por cierto) de empresas proveedoras de equipos de vuelo como la Ford Motor Company al mando de otro personaje controversial (Henry Ford) que sí le dieron cabida. Esta condición comenzó a cambiar luego de la muerte del su carismático y poderoso enemigo sentado en la Casa Blanca y así Lindbergh siguió haciendo historia pero aeronáutica, que es la que hacía mejor.
Tan seguro como era Lindbergh al mando de una aeronave era peligroso como político. “Zapatero a tus zapatos”; Lindbergh a los aviones y Trump a sus negocios. ¿No cree usted?
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