No logro recuperarme del impacto que me causó la muerte de Don Manuel Ruiz Romero… y es que conforme pasa el tiempo y me doy cuenta del poco interés que se le brinda al tema de la cultura aeronáutica en el seno de autoridades, escuelas y organizaciones especializadas, más valoro el esfuerzo de los grandes promotores culturales aeronáuticos de antaño, que literalmente “se partieron el alma” con tal de publicar textos de calidad que preserven el legado histórico de nuestra querida actividad.
A la luz de la muerte de Don Manuel, las palabras que escuché de un señor que entonces ocupaba nada menos que el puesto de Director General de Aeronáutica Civil, refiriéndose al ingeniero José Villela Gómez (ilustrísimo maestro de generaciones de profesionales de la aeronáutica, fotógrafo, coleccionista y autor) “como un gutierritos que se la pasa tomando fotografías en el aeropuerto y causando molestias”, no hacen otra cosa que indignarme más de lo que lo hicieron hace casi décadas cuando las escuché.
Solamente quien ha osado intentar publicar algo en México---y más un libro impreso en materia aeronáutica , sabe lo que gente como los José Villela, los Adolfo Villaseñor y los Manuel Ruiz Romero pasaron para encontrar, adquirir, descifrar, clasificar, interpretar, proteger, financiar y transformar en material de calidad, alguna información histórico-aeronáutica, como lo hacen ahora Héctor Dávila, Ihuitl Maldonado, José Antonio Quevedo, Oscar Ramírez y Alfonso Flores, Hugo Gutiérrez y Enrique Lira entre otros autores, a los que por cierto admiro y respeto.
Tuve el privilegio de entrar en el departamento del ingeniero Villaseñor para ver su colección aeronáutica y conversar con el sobre Charles Lindbergh al que también admiraba; fui alumno del ingeniero José Villela en el año 1977 y lo vi manejando su Volkswagen Sedán entre los hangares del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, sin perder oportunidad de atrapar con su cámara fotográfica alguna aeronave que valiese la pena retratar y conocí a Manuel Ruiz Romero desde el año 1986, con quien por cierto compartí mucho.
De la misma manera he interactuado con historiadores aeronáuticos latinoamericanos, norteamericanos, europeos y hasta japoneses, lo cual me ha permitido confirmar que independientemente de sus particularidades, todos tienen algo en común: Aman a la aeronáutica y la sirven, pero no se sirven de ella.
Muy pronto algún Director General de Aeronáutica Civil de México u otro funcionario o alto ejecutivo aeronáutico local extrañará la falta de textos históricos para obtener ese dato que por alguna razón requiere y preguntando: ¿Dónde puedo obtenerlo? comprenderá el error que un antecesor suyo cometió al no apoyar a Villela, como valorará el valor la obra de Manuel Ruiz y la importancia de lo que los historiadores aeronáuticos modernos intentan hacer con sus esfuerzos. Por cierto, todos usan a Don Manuel como una de sus principales referencias.
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