Por décadas, para los de mi generación, el alcance de la red de rutas de las grandes aerolíneas mexicanas no iba más allá de ese vuelo tres veces por semana entre México-Miami-Madrid y París que Aeroméxico (más bien Aeronaves de México) había heredado de Aerovías Guest, la pionera del aerotransporte mexicano de largos recorridos, incluyendo los servicios transatlánticos, a los que ingresó en el año 1948.
Con envidia veíamos los itinerarios de aerolíneas latinoamericanas como la brasileña VARIG cubrir decenas de destinos en Europa, Asia y hasta en el continente africano, y con desconcierto observábamos en los aeropuertos de México aeronaves llegadas de tan lejos como el propio Brasil, como también de Argentina, Japón, Holanda, Reino Unido, Alemania, Bélgica, Rusia, e inclusive Malasia.
¿Y por qué no Mexicana o Aeroméxico en esos mercados?
Si bien nos sentíamos orgullosos de la red de rutas de nuestras aerolíneas bandera, en especial de sus vuelos en el mercado norteamericano, lo cierto es que no pocos entusiastas y analistas del quehacer aeronáutico siempre sentimos que nuestros operadores estaban en condiciones y deberían “extender sus alas” más allá de sus mercados tradicionales, atendiendo necesidades de conectividad del país.
Afortunadamente el panorama ha cambiado y apenas hace unos días, Aeroméxico anunció el inicio de vuelos regulares sin escalas entre la Ciudad de México y Amsterdam, que se suma a Shanghai, Tokio, Madrid, París, Londres, Buenos Aires, San Paulo y Santiago como parte de sus destinos a gran distancia. Seguramente pronto podemos esperar el anuncio del reinicio de sus vuelos a Barcelona y posiblemente a Roma y de repente Seúl o Frankfurt. Con estos servicios directos y las conexiones que su red de rutas propias y acuerdos interlineales ofrecen se puede afirmar que Aeroméxico ya es una aerolínea global.
¿Y qué es lo que ha tenido que ocurrir para que esto suceda?
Antes que nada hay que reconocer que una transformación así no ocurre de la noche a la mañana y si ese fuese el caso los riesgos son enormes; soy de la idea que Braniff, una de las aerolíneas norteamericanas más importantes hace 50 años acabó por desaparecer luego de una fallida y onerosa estrategia de expansión masiva de sus vuelos de larga duración que la hundió en tinta roja.
Para que una aerolínea como la Aeroméxico llegase a ser global se debieron emprender una serie de acciones (siempre al amparo de un robusto marco de convenios bilaterales de aerotransporte), comenzando por tejer una red de alianzas comerciales y de código compartido, negociar con mayoristas y corporativos, reducir costos de operación, lograr estabilidad en el entorno laboral, mejorar la productividad y fortalecer el servicio, todo ello acompañado de un esfuerzo de posicionamiento de la marca en los mercados internacionales.
Sin embargo, me da la impresión que un facilitador particularmente importante de la expansión de Aeroméxico en los grandes vuelos ha sido la incorporación a la flota de los aviones Boeing 787 que por su tamaño, economía y alcance han hecho rentables rutas jamás lo serían empleando otros tipos de aeronaves. Disfrutemos entonces al ver a los 787´s de Aeroméxico en los grandes mercados aéreos del orbe.
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