Cada día me convenzo más de la popularidad del deporte de quienes todavía piensan que la época electoral no ha terminado. Estos “contendientes” no se oponen a un proyecto en particular, se oponen a todo lo que venga del gobierno que ganó la elección limpiamente y con un margen, no amplio, sino histórico. No creen nada ni creerán absolutamente nada porque todavía no superan la resaca de la realidad, y desde ahora han decidido oponerse a todo intento de cambio.
Tanto el sueño como el letargo fueron largos: ochenta años de guardar silencio y voltear el rostro hacia el lado opuesto a la realidad de su propio país. Me congratulo por el despertar y ojalá sea el inicio de una costumbre que deberá incrustarse como práctica común ante cualquier cambio en el poder, trátese del color de que se trate.
En el tan trillado tema del nuevo aeropuerto, no acababa el gobierno electo -a través de quien ocupará la cartera de Comunicaciones y Transportes- de anunciar las medidas que se tomarán para soportar el tiempo en que quedará listo el proyecto que haya ganado la consulta que iniciará al final de este mes, para que, de inmediato, saltaran las voces desarticuladas oponiéndose a lo anunciado por el secretario propuesto a la SCT.
No hay de qué sorprenderse ni preocuparse: dicen lo mismo siempre y… lo seguirán diciendo. No comprenden ni quieren hacerlo que el tiempo en que quedará listo el aeropuerto en Texcoco -si es que ganan la encuesta-, mismo que prometieron en el 2020 y ahora resulta que estará listo, si bien nos va, en el 2023 o 2024, se deberá preparar el sistema aeroportuario para manejar el constante incremento de turismo y necesidades de transporte en el país.
Se deberá arreglar el espantoso gallinero que es la Terminal 1 del aeropuerto Benito Juárez, que hizo el entonces secretario de la SCT en el sexenio de Vicente Fox; se deberán arreglar los imparables hundimientos de la Terminal 2 -que es la copia de la cabaña del “Tío Chueco”- y, por lo pronto, poner a tono el aeropuerto de Toluca; el propósito es despresurizar las operaciones del AICM y optimizarlas a través de la utilización de aeropuertos aledaños. No podemos traer al incremento en el turismo en un enorme helicóptero, ¿o sí?
Para aquellos que piensan que el señor Jiménez Espriú está mal en lo que propone, les comento que los presidentes del Consejo de Hombres de Negocios y de la Coparmex opinaron que la medida es correcta, pero aclaran que siempre y cuando se termine la construcción del aeropuerto en Texcoco, debo ser sincero.
Lo que es una realidad es que con cualquiera de las opciones, la de Santa Lucía más el AICM y Toluca o la del aeropuerto de Texcoco, esperando tres años con la primera opción o seis, si bien nos va, con la segunda, deberemos optimizar las operaciones en el aeropuerto capitalino. No podemos avisarle al mundo que nos manden menos turistas, ni a los países con los que intercambiamos productos que nos esperen a tener listo el nuevo aeropuerto. Se me hace que a los detractores del gobierno que viene les da miedo que con la despresurizada que se dé al actual aeropuerto quede evidenciado que ninguna necesidad hay de hacer los gastos tan desmesurados para incrementar la capacidad aeroportuaria.
La administración que se instalará el 1 de diciembre y despachará desde el hermoso Palacio Nacional los recursos de la nación, deberá ya ejercer su función de Gobierno y no hacer caso de quienes lo han desacreditado desde que se encontraba en ciernes; de cualquier manera, hagan lo que hagan, sus opositores seguirán haciendo lo que mejor saben hacer, que es quejarse de todo.
Por tanto, no creo que sea buena idea -porque nada se logrará- el detenerse a ver qué es lo que les parece o no a los que no han caído en cuenta que las elecciones ya terminaron, que la escena de las quejas ya no regresará, por lo menos en los siguientes casi seis años.
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