Esta vez me referiré al –para mí ya muy referido– tema del proyecto del Nuevo Aeropuerto de México. Lo he bautizado de esa manera en algunos foros en que me ha tocado opinar, pues es un tópico que se ha polemizado en extremo, y lo que es peor, se ha politizado sin miramiento alguno, y por tanto, indeseablemente se ha polarizado.
Los bandos están tan definidos, que la discusión se ha convertido en una especie de partido de futbol o del deporte que se quiera, pero eso sí, de sólo dos contendientes. En esta ocasión, las camisetas pueden ser de cualquier color pero, finalmente, el desafío está cantado entre “los buenos” y “los malos”.
El encuentro ha comenzado y no hemos encontrado un buen árbitro, muy necesario para la competencia justa. De entre varias opciones le dimos la oportunidad a uno, pero tendremos más y los iremos reemplazando en la medida que no le creamos al actual, esto se dará si no nos favorece con el resultado que buscamos.
Muchos han señalado, con o sin razón, que la encuesta convocada por el nuevo gobierno sobra, pues no debe depender de la opinión de gente que no se ha subido a un avión y, si me apresuran, ni se subirá. Estando o no de acuerdo con lo anterior, que es otro tema, pienso que es tanto el tiempo que el asunto ha estado expuesto en los medios de comunicación que la objetividad es ahora la gran ausente, lo cual no es aconsejable dada la magnitud e importancia del proyecto.
El tema es manejado en casi cualquier mesa de reunión, al nivel que se quiera; lo llaman tanto los letrados como los no tanto; sea cual sea su condición, género o estrato socioeconómico, el debate cumple con su papel de ejercicio democrático, pues está abierto a todo mundo.
No obstante que muchas asociaciones de todo tipo están pronunciándose en un sentido o en otro, los medios tradicionales sólo han publicado y enfatizado la opción de Texcoco. De aquí se deduce que quienes iniciaron este “partido” de fut, convocando a todos los interesados, han elegido la opción de Santa Lucía como “la mala”. Por otro lado, los profesionales, a través de sus voceros, la prensa y los comentaristas de toda la vida, se han encargado de recordarle a la “afición”, los ciudadanos, que la única opción válida y decente es la que ellos están realizando. Ellos son “los buenos”.
Dicho lo anterior, me atrevo a intentar focalizar algunas de las opiniones de asociaciones más importantes de nuestro país. Y es que es tanta la urgencia de los contendientes de desprestigiarse unos a otros que todo mundo opina de todo.
Es tan amplio el título y tan grande su impacto en la sociedad, que la ingeniería abarca todas las especialidades profesionales y técnicas. Aunque por razones obvias, la civil es la que más vigencia tiene en estos momentos en que está avanzando la construcción de plataformas, torre de control, edificio terminal, pistas y alguna otra obra que esté involuntariamente omitiendo.
Sin embargo, no sé qué hacen los ingenieros civiles cuando opinan de la afectación ecológica o del impacto social, considerando que no son especialistas en esa área.
Tampoco sé si sea válida la opinión de los pilotos en el aspecto ecológico, económico o social, siendo que nuestro trabajo no incluye esos temas. Luego entonces, al no contar con todos los elementos, las variables que se manejan y la manera en que estas pesan en el contexto del asunto, la validez de mi opinión como piloto es como la del ingeniero en el aspecto ecológico, o la del médico en el económico-social.
En el tema que no desconozco tanto, como es el de la aviación, puedo afirmar que el haber fracasado como empresarios, como políticos y como patrones a lo largo de nuestra historia, nos ha enseñado que en lo que somos buenos a nivel mundial, es en volar aviones.
Así, respecto a la utilización del espacio aéreo a través de las naves que comandamos, nuestra opinión como profesionales es perfectamente válida, no tiene discusión ni da lugar a apelación o queja. No así la actividad política, empresarial o de otra índole diferente de lo que hacemos de manera profesional. Lo mismo pasaría con los ingenieros mecánicos electricistas –cuyo título ostento–, o abogados o médicos, opinando acerca de compactaciones de terrenos o de resistencia telúrica.
Recuerdo algo que me decía un colega con toda la razón del mundo. "Capi, nosotros, dada nuestra especialidad, aterrizamos en el mismísimo Zócalo si ahí nos ponen el aeropuerto, eso sí lo sabemos hacer bien”.
Así pues propongo que cada quien nos dediquemos a lo que sabemos, a lo que definimos como nuestro futuro, a lo que nos hemos dedicado en tiempos recientes, y así podamos enriquecer las opiniones que definirán no solo al proyecto del Nuevo Aeropuerto de México, sino a los que están por venir.
Facebook comments