No son nuevos todos los problemas por los que hoy está pasando Medicina del Transporte en nuestro país.
Aunque hay que decir que en los tiempos de DGAC y medicina de aviación, a pesar de no pocos conflictos burocráticos, los exámenes físicos a personal técnico aeronáutico fluían más o menos, pero llegó la AFAC y luego la pandemia a descomponerlo todo aún más.
La AFAC fue creada como resultado de las recomendaciones que hizo la FAA durante una auditoría hace ya 10 años y que por cierto nos costó en esa ocasión ser devaluados a categoría 2 por un tiempo, con todas las restricciones y problemas que tuvieron que vivir las aerolíneas mexicanas.
La FAA no certifica a nuestra aviación general ni a nuestras aerolíneas sino a nuestras autoridades, también su desempeño y procesos los cuales todos sabemos que en el pasado han dejado mucho que desear y la antigua DGAC difícilmente cumplía con sus funciones habiendo sido una institución antigua y llena de vicios.
En fin, se decidió terminar con esa DGAC y vino la creación con bombo y platillo de la nueva Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) para sustituirla.
Se esperaba que esta Agencia fuera un verdadero “refresh”, algo nuevo, con reglas modernas, sin trabas burocráticas y un ejemplo de eficiencia, sin embargo hasta hoy ha sido una gran decepción, porque hasta hoy no se han visto progresos contundentes y a pesar de los esfuerzos de algunos comprometidos no ha sido posible eliminar los vicios de siempre, vicios que parecen no desaparecer sino al contrario, aumentan cada día.
Para colmo, la AFAC ha sufrido un recorte muy importante de recursos económicos lo que tiene a la agencia sumida en la falta de personal suficiente que sea entrenado y bien pagado y tampoco tiene equipo tecnológico moderno y adecuado para cumplir su función.
Podríamos decir que en lugar de una nueva Agencia de Aviación tristemente parece que solo tenemos un cambio de nombre.
La validez de licencias a todo el personal técnico aeronáutico en México depende de mantener un examen de aptitud física vigente pero ante la incomprensible eliminación de todos los servicios de médicos especialistas terceros, se ha venido un verdadero caos que ha obligado a las autoridades a prorrogar los exámenes médicos hasta el 30 de junio.
Me parece que todavía vamos a ver más prórrogas, a menos que se agilicen nuevamente los permisos a terceros y haya la suficiente cantidad de médicos examinadores en todo el país para llevar a cabo los cientos de exámenes que están pendientes.
Alguna vez comentamos que la investigación sobre los documentos oficiales de los tripulantes y todos los involucrados en una operación en caso de un incidente o accidente aéreo son parte importante del protocolo de cualquier investigación.
Si los certificados médicos que amparan licencias se encuentran vencidos podría traer graves problemas con autoridades y aseguradoras, especialmente si el evento se llega a presentar en un aeropuerto o espacio aéreo del extranjero.
Hoy por hoy, y más allá de autorizaciones de prórrogas, ¿quién puede garantizar a los pasajeros que viajan en avión que los tripulantes, los mecánicos y despachadores mexicanos que atienden sus vuelos se encuentran en condiciones físicas y mentales óptimas para cumplir un trabajo tan importante como el que tienen si ya hay quienes tienen meses con su examen médico vencido?
¿Qué pasaría si durante una investigación después de un incidente o accidente grave se determina que algún tripulante estaba volando con problemas auditivos, oftalmológicos, digestivos, del corazón, o cualquier otro que pudiera ser incapacitante y que no fueron detectados durante una prórroga?
La pandemia ha pegado fuerte a todo el mundo pero no debe ser un pretexto cuando hablamos de invertir los recursos económicos y humanos necesarios para garantizar la seguridad de seres humanos y bienes que se transportan por aire.
Tenemos muchos ejemplos de hasta dónde pueden llegar las consecuencias de la burocracia, la ineficiencia y de la austeridad mal administrada.
La seguridad cuesta pero es necesario pagarla porque si esta se pone en entredicho, los costos pueden ser mucho mayores y de ahí que la AFAC debe ser provista de los recursos de los que hablamos en vez de seguir llevando a cabo recortes de presupuesto y personal entrenado.
Tendrá que seguirse diciendo, resulta urgente la modernización y agilización de los procesos en Medicina del transporte y en la AFAC en general.
Hay quien nos ha dicho que al más alto se trabaja todos los días para arreglar las cosas al interior de la Agencia pero resulta obvio que no es suficiente ni con la rapidez que se requiere porque los usuarios en todas las áreas de la aeronáutica nacional siguen sufriendo de largas demoras y burocracia rampante de todo tipo de trámites.
Lo anterior es un llamado que se ha hecho ya muchas veces, desde todas partes y con variadas voces dentro de la industria en México.
En unos cuantos días tendremos los resultados de la auditoría que ha terminado FAA a nuestras autoridades aeronáuticas y todos esperamos que a pesar de las recomendaciones nuestra aviación sea mantenida en categoría 1.
Quizá se logre con una calificación aunque sea de 6, o por decirlo en términos escolares, de “panza”, pero el no lograrlo podría ser la puntilla para nuestra industria que apenas empieza a recuperarse de los estragos de la pandemia mundial.
Para terminar, hay que recordar que este mismo fin de año vendrá otra auditoría a nuestro país pero ahora será por parte de OACI.
La AFAC no puede bajar más la guardia y debe estar preparada en todas sus dependencias incluyendo desde luego, el departamento de licencias y el de Medicina del transporte para empezar, sin olvidar la oficina de certificación y el CIAAC.
Trato aparte debería darse al departamento de investigación de accidentes aéreos que, como lo es en otros países, debería ser una nueva entidad aparte, autónoma, con reglamentos y recursos propios.
Nuestras autoridades tienen por ley la obligación ineludible de apuntalar el progreso de nuestra industria aérea de la cual dependen millones de empleos directos e indirectos y también las divisas tan necesarias para el desarrollo país y eso no puede seguirse demorando.
Migrar a nuevas reglas, a la modernidad y eficiencia es el nombre del juego y es necesario hacerlo lo antes posible porque de lo contrario seguiremos instalados en el círculo vicioso de la constante mediocridad y sus indeseables consecuencias.
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