“No se trata del barco que tienes, sino del Capitán que eres” - anónimo
Si mal no recuerdo, fue en el mes de junio de 1974 cuando, después de haber terminado el adiestramiento inicial en Aeronaves de México, fui asignado a mi primer vuelo como copiloto de DC-9 en la ruta México-Houston-México, bajo el mando e instrucción del Capitán Carlos Tarazona Codina.
Difícil recordar todos los pormenores del vuelo, siendo el primero que hice en mi vida a una velocidad de casi 900 kilómetros por hora.
¡Todo fue tan rápido que recuerdo no haber tenido suficiente tiempo ni para abrir la bitácora!
Recuerdo apenas una tarde y la puesta de sol sobre la costa de Nueva Orleans, con cúmulos alrededor sobre el Golfo de México y después una noche increíblemente estrellada a nuestro arribo a Houston.
Lo que sí recuerdo muy bien es la dedicación, la paciencia y la seguridad que me inspiró mi instructor desde el primer momento en la oficina de control de vuelos, cuando me extendió la mano y una amplia sonrisa.
Ya durante el vuelo, cada palabra sobre los distintos temas, sistema o procedimiento mostraban sus conocimientos y además sus ganas de compartirlos.
Para hablar de la trayectoria profesional de Carlos Tarazona se podría escribir un libro completo, pero es hablar de insistencia, paciencia, estudio, orden y disciplina y, sobre todo, es hablar de una vocación muy profunda y un amor al vuelo que muy pocas veces vi en mis 45 años de ejercicio profesional, compartiendo las cabinas con pilotos de 27 nacionalidades distintas.
Quienes tenemos el privilegio de llamar a Carlos nuestro amigo seguimos admirando esa trayectoria que tuvo como aviador comprometido y profesional, su compañerismo, su alto sentido de ética y calidad humana, teniendo siempre a flor de labio las frases más adecuadas para la ocasión y para cada persona que se le acerca (conocida o no) lo que es una clara muestra de modestia y de su inteligencia.
Alguna vez, volando nuestro DC8, el Capitán Eduardo Iglesias me preguntó quién podría ser mi modelo y ejemplo como piloto y sin titubear le dije que Carlos Tarazona, sin la menor duda.
Y Don Lalo me contestó: “¡pues te aseguro que no andas nada perdido hijo!”.
Lo anterior no se lo dije nunca a Carlos porque la vida nos trae y nos lleva y nunca encontré el momento adecuado, a través de nuestros distintos acontecimientos de vida, pero no quiero dejar pasar el momento para hacerle llegar por este medio y públicamente esa convicción que tuve como piloto novato.
Aún hoy, después de décadas y aunque hay distancia y hay tiempo, sigo manteniendo la misma idea, pensando igual sobre Carlos, quien ha sido ejemplo y modelo profesional no solo para mi sino para muchos pilotos de mi generación.
Para Carlos Tarazona, mi admiración, mi agradecimiento, mi amistad y mi cariño siempre.
Facebook comments