“La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta” -Gilbert Keith Chesterton
Revisando noticias en todos los medios es fácil darnos cuenta de que el mundo se mueve a una velocidad realmente increíble.
Sin importar el tema, en todo lugar y a cada hora hay noticias de interés mundial relacionadas con gobiernos que toman acciones que afectan en un sentido u otro la vida de los ciudadanos, y desde luego nuestro México no es de ninguna manera una excepción.
Resulta muy difícil dejar de hablar sobre la enorme, eficiente y segura infraestructura de aeropuertos que muchos países con visión de futuro ya han iniciado y que en otros está a punto de ser una realidad.
Panamá acelera el paso en la construcción de su aeropuerto internacional que planea ser muy pronto un “hub” aéreo de importancia mundial y el mayor de Latinoamérica, que sin duda va a ser el que sustituya al quizá fallido proyecto aeroportuario de Texcoco, previendo una verdadera explosión económica y social que va a beneficiar no sólo a millones de pasajeros sino a todos los ciudadanos del país Centroamericano.
Esta conectividad garantiza que sea el punto de llegada y salida de vuelos a y desde todo el mundo con todos los beneficios de todo tipo que eso conlleva para ese país.
Por su parte, en Santiago de Chile se espera terminar en el 2020 la ampliación-construcción (más no parche) de su nuevo aeropuerto Pudahuel el cual, al terminar sus etapas finales, será el más grande de toda Sudamérica.
Con sus 175 mil metros cuadrados y 35 millones de pasajeros anuales –esperando hasta 55 millones en el año 2045–, transportados por decenas de aerolíneas domésticas e internacionales, la capital chilena contará con instalaciones y tecnología de primer mundo.
Podríamos agregar a la lista muchos aeropuertos más alrededor del planeta que incluso ya están operando y que son verdaderos íconos de la arquitectura, la ingeniería y la más alta tecnología disponible en edificios terminales y áreas de maniobras de aeronaves.
Mientras eso sucede, y de acuerdo con la información disponible en México, todavía siguen los trabajos de construcción del aeropuerto de Texcoco, aunque no se sabe oficialmente a qué ritmo debido a todos los problemas financieros y legales que representa la suspensión definitiva de esta enorme obra.
Por otra parte, no hay mayor información oficial que nos haga pensar que el “parche” Santa Lucía-Benito Juárez ideado por el gobierno de López Obrador tenga una fecha de inicio real y mucho menos de terminación.
No sabemos nada los estudios financieros ni de aquellos requeridos por el Anexo 14 de Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) dedicado a la construcción de aeropuertos y administración de sus espacios aéreos, y mucho menos sabemos qué se piensa hacer con los millones de toneladas de concreto, metal y la moderna tecnología invertida hasta este día en el proyecto Texcoco.
Lo que sí sabemos es que reconocidas instituciones nacionales e internacionales han repetido hasta el cansancio las razones porque el aeropuerto de Santa Lucía no es una buena idea, dados todos los obstáculos técnicos y de seguridad que representa la operación por sí mismo y simultánea con el actual Benito Juarez.
En fin, tristemente –y por razones netamente políticas– nuestro México está dejando ir una maravillosa oportunidad de progreso y fortaleza económica con la cancelación del aeropuerto de Texcoco, lo que además hace ver que iniciamos el sexenio “como los cangrejos”.
Y hay que decir que de la misma forma caminamos en cuanto a la captación turística lo que, a través, de los años ha sido una de nuestras mayores fortalezas.
Más mediocridad y falta de visión de futuro resultan imposibles.
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