"La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimientos sino el hecho de rehusarse a adquirirlos". Karl Popper.
Hace ya muchos años que el actual Aeropuerto Internacional "Benito Juárez" de la Ciudad de México (AICM) se declaró oficialmente saturado de tráfico aéreo, y no han sido pocos los problemas e incidentes que desde entonces se han suscitado, debido a la gran cantidad de aviones que vuelan el espacio aéreo del valle de México y que aterrizan y despegan en dicha terminal.
Aunque actualmente se cuenta con dos pistas paralelas, el Benito Juarez opera como si solamente tuviera una, ya que no es posible efectuar aterrizajes simultáneos porque no existe la separación entre ejes de pistas, según lo establecido en el anexo 4 de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
A pesar de esto, se manejan más de cuatrocientas mil operaciones cada año, lo que es ya un récord mundial para un aeropuerto con sus deficientes características actuales de seguridad y lo cual, hasta hoy, habla de la experiencia y habilidades de pilotos y controladores aéreos. Esperamos que las cosas sigan así y que no se registren incidentes de ningún tipo.
Por poner un ejemplo, hace algunos años, y al alcanzar las trescientas cincuenta mil operaciones, el aeropuerto Charles de Gaulle de la ciudad de París se declaró saturado, y hay que decir que cuenta con más de dos pistas autorizadas para aproximaciones simultáneas y un espacio aéreo libre de obstáculos orográficos.
En los días en que tuve la oportunidad de trabajar como miembro del consejo directivo del Colegio de Pilotos Aviadores de México, a principios de los años 90 participamos junto con expertos de varias áreas en los estudios que eran requeridos por el gobierno mexicano para decidir la ubicación de un nuevo aeropuerto, y desde aquellos días se llegó a la conclusión de que solo habían dos opciones posibles: una era el área de Tizayuca y la otra en Texcoco.
La segunda resultó ser la más viable y es donde finalmente se está construyendo el nuevo AICM, que no es un lujo –como lo piensan algunos– sino una verdadera necesidad, esto para un país que recibe más de treinta millones de turistas cada año; que tiene una industria aérea que crece y se desarrolla de manera impresionante; que da trabajo directo e indirecto a cientos de miles de personas; y que debe garantizar seguridad y eficiencia operativa en todos sus niveles.
Desafortunadamente, el nuevo aeropuerto se ha convertido en bandera política, especialmente en estos tiempos de campaña, y ya sabemos que en nuestro país todo se pudre cuando es tocado por la política. Y si a eso le aumentamos ignorancia, el panorama es realmente desolador.
Ahora, el candidato López Obrador declara abiertamente que, de llegar a la Presidencia de México, su primera acción será cancelar la construcción de lo que pretende ser uno de los aeropuertos más modernos del mundo. Pero sería bueno recordarle que, para cuando el próximo mandatario (sea quien sea) tome posesión de su cargo, este nuevo aeropuerto tendrá ya de acuerdo al programa establecido un poco menos de un 75 por ciento de avance en su construcción.
De acuerdo con la información de MITRE, que tiene como uno de sus brazos a la agencia aeronáutica más importante del mundo (fundada en 1958 con sede en Washington), no existe otra opción para ubicar el nuevo aeropuerto de México además de Texcoco pues, aunque presenta retos técnicos –especialmente de ingeniería de suelos–, éstos son superables y están siendo solucionados por los expertos más reconocidos del mundo.
Las opiniones vertidas por el candidato en el sentido de operar el aeropuerto militar de Santa Lucía muestran su falta de conocimientos sobre el tema. Aparentemente no sabe –y sus "asesores" no le han dicho– que el espacio aéreo alrededor del Valle de México es sumamente complicado y reducido debido, principalmente y entre otras cosas, a condiciones orográficas.
Y ese espacio obviamente no puede agrandarse o ampliarse a voluntad, por lo que se requiere de la elaboración de procedimientos terminales y de aproximación y control de aeronaves, muy especiales y sofisticados, para evitar todo tipo de riesgos como los que vendrían también con la operación simultánea de dos aeropuertos (Benito Juárez y Santa Lucía) como el candidato ha propuesto. Y eso sin tomar en cuenta el conflicto adicional que representarían las operaciones en el espacio aéreo del aeropuerto de Toluca.
También se aprovechan las campañas presidenciales para hablar de la amañada designación de los diferentes contratos y empresas constructoras del nuevo aeropuerto; se habla de fugas de dinero y corrupción a todos los niveles, pero eso será algo que deberá revisar el próximo presidente de México. Por cierto, no creo que, de llegar AMLO a la silla, perdonando o declarando amnistía para todos los delincuentes de cuello blanco y desde la administración de una República "amorosa", se pueda solucionar el problema de corrupción y burocracia generalizada, que ha hecho más daño a México que una pandemia de Ébola y cólera combinadas.
Más allá de todo lo anterior, hablar de números, datos duros y estadísticas sobre el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en construcción sería largo y complicado, pero esa información técnica es de dominio público (en las páginas oficiales de gobierno), y dejan muy clara la necesidad de un aeropuerto en esa ubicación y con esas características para garantizar operaciones seguras y eficiencia de nivel mundial.
Por ahora, más de cuarenta y cinco mil trabajadores y técnicos, dirigidos por expertos y profesionales en distintas áreas de la construcción, se encuentran laborando todos los días para terminar el proyecto dentro del tiempo establecido, y en el mundo ya se habla de este aeropuerto como uno de los más grandes, seguros y eficientes del planeta, y lo comparan con el de Dubái o el de Hong Kong, una vez que esté terminado.
El tema del nuevo aeropuerto de la CDMX debería ser separado de la política, sobre todo cuando se sabe (porque se sabe) de antemano sobre la imposibilidad técnica de otras opciones; se sabe lo que significaría cancelar una construcción que da empleo a miles de personas; se sabe que ya ha costado muchos millones de dólares, que no pueden irse a la basura; y se sabe además que, por donde se le mire, resulta un proyecto vital para el desarrollo de México.
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