Mi más sentido pésame, mi mayor afecto y solidaridad para la familia Rivera, Acuña, Núñez y González por la pérdida de sus hijos en los últimos dos accidentes de aviones escuela.
Resulta difícil dejar de hablar y escribir sobre tema, cuando hay tantos testigos (en muchos casos mudos y sordos) del enorme sufrimiento causado a las familias que han perdido a sus hijos en los últimos accidentes aéreos de la Escuela de Aviación México en septiembre pasado y el último de la Escuela de Vuelo Aeropacifico a principios de este mes.
Estos accidentes fatales se suman a la larga lista de incidentes y accidentes de los últimos años y con mayor frecuencia en los últimos meses, eventos que hemos visto y que seguiremos viendo en cualquiera de las escuelas de aviación en nuestro país, mientras no se tomen medidas urgentes para tratar de minimizarlos tanto como sea posible.
Debo insistir en que hoy más que nunca se requiere que la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) y sus departamentos de escuelas y de licencias lleven a cabo una inspección especial, honesta y profesional sin previo aviso a todas las escuelas de aviación del país.
Esta inspección que debe incluir revisión de la flota completa de sus aviones, mantenimiento, programas académicos, programas de adiestramiento de vuelo, simuladores, licencias, capacidades y experiencia de instructores y estrategia administrativa.
Deben revisarse los protocolos de seguridad y sus manuales de operación, así como sus instalaciones y obtener información documentada de todo lo anterior concluyendo con la certificación de las escuelas que cumplan los más rigurosos requisitos de operación establecidos por la DGAC y la cancelación definitiva del permiso a las que no están a la altura de esos requisitos.
De acuerdo con información de los propios pilotos y otras fuentes, el nivel de “irregularidades” que se registran en las relaciones de " coyotes", amigos y compadres -entre las escuelas y autoridades aeronáuticas- resulta ser de escándalo y ha dejado de ser un simple secreto. Esto se ha convertido en un verdadero cáncer que ya está costando vidas humanas y que segura y desgraciadamente va a seguir costando más todavía.
En estos dos últimos accidentes de escuelas de aviación, tal y como ha sucedido en los anteriores, no hemos escuchado públicamente la voz de la autoridad, ni siquiera para solidarizarse con el dolor de las familias y menos para informar sobre el progreso de las investigaciones. Esto último se puede entender porque los eventos son recientes, pero esperamos que no suceda como siempre simplemente dando carpetazo al asunto y que al término de la investigación si se haga público el dictamen con las causas probables y las recomendaciones tal y como lo establece el manual de investigación de incidentes y accidentes de DGAC.
La falta de recursos humanos y económicos por parte de las autoridades aeronáuticas se nota a cada paso después de un accidente aéreo. La desorganización y la falla en la aplicación de los protocolos que, por cierto son de ordenamiento internacional, se observan a cada minuto desde el principio del proceso y si no fuera porque existen los grupos de protección civil, nuestro ejército y marinos, que inician labores de búsqueda y rescate bajo sus propias bases y principios, la investigación oficial sería un desastre todavía mayor.
Una investigación paralela e inmediata a los accidentes debería estarse llevando a cabo con el personal de la DGAC y a las escuelas dueñas de los aviones accidentados tal y como lo hace la National Transportation Safety Board de los Estados Unidos (NTSB). Esta agencia es referente mundial en investigación de accidentes y puede recomendar el cierre temporal de cualquier escuela si lo concederán pertinente durante el transcurso de la investigación y si hay elementos a la vista que lo ameriten.
Mientras nuestras más altas autoridades guardan silencio, y no toman las decisiones necesarias y oportunas para poner el orden, cada día es mayor el sufrimiento de muchas familias que han perdido a sus hijos y cada día aumenta la preocupación y las dudas de otros jóvenes que desean convertirse en pilotos aviadores ante la falta de seguridad en muchas de las escuelas de aviación de nuestro país
Nuevamente, hago un llamado a los jóvenes que desean aprender a volar para que lleven a cabo una rigurosa investigación y se asesoren muy bien antes de elegir una escuela de vuelo para llevar a cabo sus estudios, no todo lo que brilla es oro y su seguridad es lo más importante.
Para todos aquellos que me distinguen con leer y comentar mis puntos de vista en esta columna, envío mis mejores deseos por una vida saludable y feliz y les pido no olvidar y solidarizarse con aquellos que tendrán una triste Navidad extrañando a sus hijos.
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