Allá por el año de 1979 tuve el gusto de volar por primera vez como primer oficial en el DC-8 con el Capitán Mauro Gómez Peralta Damirón, y desde el primer día nació lo que se convirtió en una gran amistad que a pesar de la distancia y el tiempo siempre estuvo ahí hasta sus últimos días de vida.
Durante los vuelos que hicimos juntos y cuando tuve la oportunidad de sentarme con él, frente a una taza de café, compartimos largas pláticas sobre cuestiones sindicales y de la profesión y aprendí mucho de su forma de percibir ambas.
Lo hacía de una manera lógica y práctica pero sin dejar a un lado esa sensibilidad que lo caracterizaba, sin hablar mal y sin reprochar a nadie; siempre dejaba ver su compromiso y su alto sentido de ética.
Yo conocía la parte más importante de su trayectoria como sindicalista fundador leal y comprometido con ASPA, también conocía parte de su vida profesional y la calidad de su trabajo como cabeza de varias oficinas dentro del organigrama administrativo de Aeroméxico, pero fue en 1988 durante la quiebra de Aeronaves de México cuando verdaderamente pude conocer más a la gran persona que el Jefe Mauro siempre fue.
Un caballero, un gran compañero, un verdadero profesional, hombre respetuoso, buen jefe y excepcional ser humano preocupado realmente por nuestra empresa especialmente en esos días tan difíciles, durante y después de la declaración de la quiebra.
Tuve oportunidad de compartir muchos momentos con él, aprendiendo mucho de sus experiencias sindicales y profesionales pero hubo dos momentos que marcaron el desarrollo de mi carrera.
El primero fue cuando dos días después de la declaración oficial de la suspensión de operaciones de Aeronaves de México, lo encontré en las oficinas de ASPA, me miró como lo hubiera hecho mi padre, me abrazo y me dijo “no te preocupes Paco, de alguna manera vamos a volar nuestros aviones otra vez", mientras las lágrimas humedecían sus ojos.
Conociéndolo comprendí que sus lágrimas no eran sólo por la pérdida del Caballero Águila sino por todos y cada uno de los trabajadores que ese día estábamos desempleados y tristes.
Pasaron dos meses terribles para todos: sesenta días de frustración, de incredulidad, de desesperanza, de coraje, de tristeza y de impotencia que costaron mucho a muchos y a algunos hasta su propia vida.
El segundo momento fue cuando algunas semanas después de haber recibido la raquítica liquidación por la quiebra de Aeronaves, el Jefe Mauro me llamó para invitarme a tomar café en el restaurante Wings del aeropuerto y ahí nos encontramos una tarde que llovía a cántaros.
Llegué un poco tarde a la cita, pero ahí estaba sentado a la mesa y en cuanto me vio entrar se levantó de su silla y casi me brincó encima para abrazarme y decirme con su acostumbrada voz baja "Paco, vamos a volar nuestros aviones otra vez, está confirmado por el gobierno federal la creación de una nueva aerolínea con el mismo nombre y emblema".
Por segunda vez desde que lo conocía, pude ver que sus ojos se humedecían al mismo tiempo que mostraba una gran sonrisa.
Esta mañana tuvimos una junta y yo me voy a hacer cargo de la oficina de operaciones de la nueva compañía, te lo quise platicar personalmente igual que a algunos otros compañeros de mi entera confianza porque quiero pedirte tu ayuda y apoyo; tenemos que hacer lo necesario para que el Caballero Águila vuele de nuevo", me dijo.
Durante todo el proceso de la sindicatura y formación de Aerovías de México trabajamos con un excelente grupo de compañeros encabezados por el Jefe Mauro para definir de la mejor manera los programas de adiestramiento, reubicación y re-calificación de la planta de pilotos y después de mucho trabajo todo fue una realidad, al ver el primer DC-9 de la nueva empresa Aerovías de México despegar del aeropuerto Benito Juárez el 1 de octubre de 1988... El resto es historia.
Siempre va a quedar entre quienes pudimos conocerlo todo aquello que el Jefe Mauro supo ser para todos nosotros. Nos deja un magnífico recuerdo de su personalidad, su sensibilidad, su compañerismo, su calidad humana, su lealtad y en lo que a mí toca, el favor de sus consejos y el enorme privilegio de haberme considerado su amigo.
El Capitán Gómez Peralta fue una persona de las que ya no quedan muchas, un ser humano de los que siempre harán falta.
Que descanse en paz el Capitán Mauro Gómez Peralta, lo vamos a extrañar.
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