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01/05/2024

La guerra en el espacio, una amenaza en ciernes

Fermín Romero / Jueves, 10 Noviembre 2022 - 20:05

En la práctica, las potencias espaciales (spacefaring nations) establecidas y emergentes, se benefician ampliamente de las actividades espaciales en los terrenos civil, militar y de uso dual, sin que el derecho espacial vigente pueda regular esta situación y, menos aún, garantizar el uso pacífico del espacio ultraterrestre. En un contexto en el que existe una importante acumulación de capacidades de guerra espacial por parte de algunos países que dependen de los sistemas espaciales para su defensa.

Es un hecho que el acelerado desarrollo tecnológico en el ámbito militar ha alcanzado un alto nivel de sofisticación. Por ello, no debemos pasar por alto los riesgos que amenazan la supervivencia humana en el planeta Tierra. Si bien el emplazamiento de armas en el espacio está prohibido por el Tratado del Espacio Exterior de 1967 (Carta Magna del Espacio) y el Acuerdo sobre la Luna (1979) y, además existe la Comisión de las Naciones Unidas sobre la Utilización del Espacio con Fines Pacíficos (COPUOS, por sus siglas en inglés); en la practica, el andamiaje legal existente es insuficiente para regular la actuación de Estados y empresas en el ámbito militar espacial. El incremento de actores no estatales en las actividades espaciales, dada la creciente dependencia que tiene la humanidad de las aplicaciones espaciales, genera una amplia innovación tecnológica y competencia en el espacio exterior, además de acrecentar las posibilidades de incidentes entre los diferentes sistemas y activos espaciales y, en consecuencia, amplifica el riesgo de conflictos.

La resolución 75/36 “Reducción de las amenazas relacionadas con el espacio ultraterrestre mediante normas, reglas y principios de conductas responsables”, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre 2019, entre otras resoluciones enfocadas a: prevenir una carrera armamentista en el espacio; medidas de transparencia y fomento de la confianza en las actividades espaciales; así como sobre cooperación internacional para el uso pacífico del espacio, son esfuerzos que al no ser vinculantes imposibilitan una adecuada y actualizada regulación basada en los cinco tratados del espacio, principios y otras normas existentes.

La comunidad científica, expertos en seguridad internacional, desarme, paz y militarización del espacio ultraterrestre han alertado frecuentemente sobre el latente riesgo de que los conflictos en tierra escalen hacia el espacio, convirtiéndose en un asunto de seguridad espacial global.

En un contexto donde la creciente tensión internacional por la invasión rusa a Ucrania y la cuasi inminente invasión de China a Taiwán, no parece ceder espacio para la negociación, el Departamento de Defensa (DoD), el Pentágono y la Fuerza Espacial estadunidense (USSF), apoyados por la industria militar, tienen muy en claro que el espacio ultraterrestre es una zona estratégica de dominio de guerra, por lo cual delinean una inminente “doctrina de guerra espacial”, que  permita a los Estados Unidos garantizar su seguridad nacional y asegurar la superioridad en el espacio, en el corto, mediano y largo plazo.

Debido a la falta de experiencia de los países en este nuevo ámbito militar, es difícil hablar de doctrina, estrategias y tácticas específicas para ganar una eventual guerra espacial, aunque países como Estados Unidos han desarrollado reglas generales (doctrina) que regirán la próxima guerra espacial, se trata de una extrapolación de los principios de la guerra y doctrina militar para conflictos terrestres aplicados al espacio exterior, donde la dinámica orbital restringe lo que es posible para el ataque a través de los sistemas de armas antisatélite (ASAT).

La importancia de los sistemas basados en el espacio (activos estratégicos, satélites objetivos codiciados por sus adversarios) para la seguridad nacional en los Estados Unidos, son elementos que configuran la guerra espacial, una amenaza en ciernes que lamentablemente veremos en los futuros conflictos armados, en los que los activos espaciales militares (satélites espías y sistemas terrestres, equipos de apoyo) robustecerán las capacidades contra espaciales, comunicaciones, vigilancia, datos de navegación y alerta temprana de lanzamientos de misiles de otros gobiernos, entre otras capacidades espaciales. El Pentágono, el comando espacial (US Space Com), la Fuerza Aérea y varias agencias involucradas en la seguridad nacional, son cada vez más dependientes del espacio en sus actividades cotidianas. Los millonarios contratos de adquisición de equipo militar espacial (en el creciente mercado de satélites militares, armas cinéticas y antisatélite) permitirá -en primera instancia- a los Estados Unidos posicionar fuerzas con fines disuasivos y ejecutar mecanismos para evitar conflictos antes de que se conviertan en un peligro real, o bien, adelantarse a las acciones del potencial enemigo: China y/o Rusia.

Los países con capacidades espaciales (ofensivo/defensivas) “para defender sus activos espaciales de posibles ataques enemigos”, han realizado pruebas con armas antisatélite (ASAT) China, enero 2007; Estados Unidos, febrero 2008; India, marzo 2019; Rusia, noviembre 2021. En este escenario, ni la moratoria unilateral de los Estados Unidos (abril 2022) de no realizar más ensayos antisatélite, debido a las graves consecuencias -por la generación de grandes cantidades de desechos espaciales que incrementan el riesgo de mayores colisiones (síndrome Kessler)- es suficiente para alcanzar un consenso global en torno a temas de primera importancia, como son la gobernanza y el comportamiento espacial responsable de Estados y empresas en la nueva era espacial.

El pasado el 19 de octubre, en la conferencia Space Industry, Days Ron Lerch, de la dirección de inteligencia del Comando de Sistemas Espaciales (SSC), en su alocución destacó que el escenario actual evidencia la existencia de capacidades contraespaciales por parte de Rusia y China, las cuales representan amenazas reales para la seguridad espacial.

En el primer caso, subrayó, los sistemas láser móviles y fijos que podrían usarse para cegar satélites extranjeros de imágenes ópticas que vuelan sobre territorio ruso; en el caso chino, a los estadunidenses les preocupan sus actuales capacidades robóticas orbitales desarrolladas, un ejemplo es el satélite Shijian-21, que se acopló (enero 2022) a una nave espacial Beidou desaparecida y la llevó a una órbita de cementerio a 300 kilómetros por encima de la órbita terrestre geoestacionaria (GEO, orbita en la que los chinos están muy activos con los satélites inspectores Shivan). China dijo que se trató de una simple demostración de remoción de desechos espaciales, no de un arma espacial.

Una gran preocupación estadunidense son los bloqueadores de señales, que actualmente se usan en tierra y que también pueden utilizarse en el espacio, poniendo en riesgo a satélites críticos como el Advanced Extremely High Frequency (usado para comunicaciones clasificadas del Pentágono), construido para resistir interferencias en orbitas más lejanas (más allá de la LEO y MEO).

Los ataques cibernéticos rusos, generalmente se trata de información clasificada, evidencian que tan solo en febrero, destruyeron entre 10 mil y 20 mil terminales satelitales en toda Europa, al inició de la invasión de Ucrania, lo que representa un ejemplo del “efecto habilitador del día cero”, que cualquier país ejecutaría para prepararse para un largo conflicto armado.

La ventaja estratégica que está adquiriendo China en el ámbito militar espacial, con el despliegue de capacidades como la red de retransmisión de datos de Tianlian (ocho satélites), en órbita geoestacionaria, los satélites Shivan, Shijian-21 e ISR (de imágenes) y el sistema global de navegación por satélite Beidou, es infraestructura integrada que les permite inclusive obtener las coordenadas de los portaaviones estadunidenses para atacarlos, situación que preocupa seriamente en los círculos de defensa estadounidenses. No olvidemos que, en el ámbito económico, China cuenta con una visión estratégica de futuro y está desarrollando tecnología para acaparar operaciones, tanto en la Luna como en el espacio cislunar, más allá de la órbita terrestre, preparándose para explotar una zona económica espacial como lo hace en la Tierra, con los mares al sur de su territorio.

El pasado 1 de noviembre, el Falcon Heavy de Space X lanzó dos satélites geoestacionarios (incluido el Tetra 1, construido por Millennium Space Systems, subsidiaria de Boeing) de la Fuerza Espacial de Estados Unidos (USSF), que orbitarán a unos 32,000 kms por encima de la línea ecuatorial terrestre, de los cuales se desconoce aún su función.

A la luz de estas realidades, la guerra en el espacio es inevitable e inminente. Tanto en círculos académicos como políticos y militares, es un tema muy actual y recurrente en la seguridad espacial, que concentra análisis por parte de expertos, inclusive en simulaciones como el problema que el Manfred Lach Space Law Moot Court Competition plantea para su edición 2023, en la que se aborda el uso de láseres y otras armas antisatélite en el espacio exterior. Por todo ello, es muy importante no perder de vista la evolución de los conflictos en la Tierra.

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