
Quince días. Ese es el margen que separa a Aeroméxico, la cual controla ANDRÉS CONESA LABASTIDA, de una huelga legalmente emplazada, pero moralmente justificada.
En el centro de la disputa no sólo hay números fríos, sino una herida abierta: la traición al espíritu fundacional de uno de los sindicatos otrora más respetados del sector aéreo mexicano.
La Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación (ASSA de México), no nació como apéndice del poder ni como caja de resonancia de intereses ajenos.
Fue obra de sobrecargos valientes los cuales, en medio del México corporativo del siglo XX, decidieron alzar la voz y construir un sindicato ejemplar, independiente, sólido y respetado.
Hoy, esa herencia está siendo pisoteada con descaro...
El pasado 14 de mayo, un día después del aniversario de ASSA, durante una reunión en la sede de la autoridad laboral, la representación sindical ofreció al país una de sus peores postales.
La secretaria general, ADA SALAZAR —una versión aérea de Madame Improvisación— presentó cifras sin respaldo de la base y aceptó una propuesta empresarial que no solo es menor a la inflación, sino que divide a los trabajadores, violando el principio elemental de equidad: a trabajo igual, salario igual.
Un funcionario de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, presente en la sala, con más experiencia que paciencia, lo dijo al de la letra sin rodeos:
"El sindicato no tiene pies, y menos aún cabeza. Metieron un pliego de dos dígitos y en un arreglo que recuerda los tiempos de FIDEL VELÁZQUEZ, la señora aceptó "bajarse" a un dígito y prorratear el aumento de forma desigual, rompiendo toda lógica y legalidad. Y lo peor: lo hizo sin consultar a su asamblea."
El resultado fue bochornoso. Un grupo de representantes sindicales mirándose entre sí, unos desconcertados, otros disciplinados, pero todos callados.
No hubo debate. No hubo dignidad. No hubo sindicato.
En lugar de un sindicato fuerte, se presenció la actuación de una marioneta institucional —esa es la palabra— con la camiseta del Caballero Águila más que bien puesta, manipulada por hilos invisibles pero evidentes, herencia directa de quienes hoy se ostentan en el Senado como moralistas de ocasión, pero que fueron artífices de una degeneración sindical que ha vaciado de contenido a las organizaciones que alguna vez representaron a los trabajadores.
Más de mil cien sobrecargos, regidos por un contrato colectivo en extinción, han sido condenados a recibir menos, bajo el argumento falaz de que ya no cuentan.
Es una estrategia tan burda como cruel, y una señal clara de que el problema no es solo la oferta de la empresa, sino la nula capacidad de defensa que hoy ofrece su pobre dirigencia.
Una nueva reunión está agendada para el 20 de mayo. Dicen que Aeroméxico traerá proyecciones.
Ojalá traiga también respeto. Porque si no hay acuerdos dignos, el primero de junio podría estallar la huelga.
Y si eso ocurre, no será por rebeldía, sino por dignidad. La misma dignidad que ASSA perdió cuando se convirtió en sombra de sí misma.
¡Queda Dicho!
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