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29/03/2024

Tras las tragedias del B737 MAX 8: un llamado a la prudencia

José Medina Go… / Domingo, 31 Marzo 2019 - 19:59

No hay tema más preocupante, alarmante y urgente en el ámbito de la aviación nacional e internacional que la seguridad aérea. Cuando ocurre un percance aéreo, todas las alarmas se disparan y comienza la imperiosa necesidad de determinar las causas, el origen y la gestión de un accidente o incidente (dependiendo del caso) y del diseño, implementación y administración de soluciones correctivas y preventivas. Éste es el pilar sobre el cual descansa la seguridad aeronáutica global. Los trágicos sucesos de semanas pasadas en torno al Boeing 737 MAX 8 han cautivado y prácticamente monopolizado la discusión del sector, y han promovido un intenso debate en torno al futuro de esta aeronave y hasta de la empresa que le dio vida.

En un momento en el cual numerosos países del mundo han decidido, en aras de la precaución, ordenar que estas aeronaves no vuelen sobre sus espacios aéreos –decisión indudablemente prudente y necesaria ante la posibilidad de que todos los aviones de este tipo posean un error catastrófico en su diseño– es fácil llegar a conclusiones anticipadas, a explicaciones inmediatas y a declaraciones no necesariamente fundadas. Nuevamente, invoco ante el lector un espíritu de prudencia, de seriedad y de sobriedad. Invito –tal vez a una voz antisonante con la tendencia mediática coyuntural– a no anticipar juicios, conclusiones ni a precipitarnos en torno al porvenir.

Todavía queda un largo camino por recorrer en lo que se refiere a la investigación de los accidentes aéreos del Boeing 737 MAX 8. El pronunciarnos terminantemente en torno a las causas e implicaciones de estos trágicos incidentes no sólo es anticipado, sino también potencialmente imprudente. Adelantar conclusiones y vísperas en torno a lo ocurrido puede llevarnos a adquirir una perspectiva sesgada, incompleta y tendenciosa la cual, en vez de abonar a una discusión informada, puede llevarnos a una profunda crisis de desinformación. Es decir, puede promover una ceguera cognitiva: estamos tan ocupados discutiendo y pensando un aspecto de estos incidentes que nos olvidamos de considerar otros igual o más relevantes todavía.

Se habla de la reingeniería del MAX 8 y MAX 9, del adiestramiento y la capacitación de los pilotos y las tripulaciones en tierra, del sistema de “piloto automático”, de la computadora de vuelo y su correspondiente programación, de los sistemas automatizados de vuelo, y de una infinidad de aspectos más que integran esta versión del venerable Boeing 737. Al igual que cualquier otra aeronave contemporánea se trata de un “sistema complejo”, es decir que cuenta con un número muy elevado de variables intervinientes. Es por ello que las investigaciones de accidentes e incidentes aéreos deben ser integrales, minuciosas, objetivas y en muchas ocasiones tardadas.

Los anales de la aviación se encuentran saturados de instancias en las cuales un juicio, consideración o aseveración anticipada en torno a un incidente desvió la percepción popular de un caso, dificultando la adecuada implementación de soluciones. México no se encuentra exento de ello, y en múltiples incidentes aéreos nacionales la opinión pública no se ha fundamentado en datos concluyentes y en informes profesionales sino en “percepciones mediáticas” y en “opiniones coyunturales”.

Por supuesto, esto no quiere decir ni implicar que debemos hacer oídos sordos a las voces profesionales que destacan algún tema, aspecto o coyuntura contextualizante sobre el tema. Mayor imprudencia no hay que no escuchar a las perspectivas y recomendaciones de aquellos cualificados para tal fin, y que a través de sus conocimientos y experiencias no sólo enriquecen nuestro criterio, sino que también pueden arrojar una invaluable luz sobre un trágico incidente, y de esta manera hacernos partícipes de un esfuerzo común y consensuado para promover la seguridad de la aviación.

La consideración anterior no puede asumirse en perjuicio de la sabia prudencia que nos debe otorgar la espera del resultado oficial de estos trágicos incidentes. Lamentable es que parece ser una tendencia coyuntural global el calificar negativamente un aspecto u otro de este complejo sistema aeronáutico –incluido el factor humano- y para muestra debemos ver la caída libre de las acciones de Boeing en los mercados bursátiles, las “campañas negras” contra esta empresa o las críticas mediáticas al aparente retraso con que algunos gobiernos en el mundo respondieron o se pronunciaron a estos sucesos.

Dicho de otro modo: más que fundamentar nuestros criterios y posturas en resultados objetivos el cautivante “canto de las sirenas” mediáticas nos seduce a adoptar una postura definitiva frente a estos incidentes y en consecuencia al Boeing 737 MAX 8. Debemos reconocer que estas tragedias nos deben llevar y motivar a tomar acciones transnacionales para fortalecer la seguridad del transporte aéreo, prevenir calamidades similares y minimizar las vulnerabilidades detectadas de nuestro sector, del cual humildemente y objetivamente debemos reconocer nunca podremos eliminar todas las vulnerabilidades. La aviación es una rama inherentemente peligrosa, compleja y exigente a la exactitud y la atención al detalle, eso no lo podremos cambiar nunca.

Es por ello que es pertinente y prudente invocar la objetividad, la sobriedad y el profesionalismo en la adopción y externamiento de posturas preliminares sobre este y otros temas en torno a la seguridad aeronáutica. Es por demás difícil entablar esfuerzos para minimizar vulnerabilidades de sistemas complejos si no sabemos exactamente cuáles son, ni podemos abogar por un esfuerzo conjunto para promover la seguridad aeronáutica global si no dimensionamos contextual y coyunturalmente de manera correcta y puntual las causas, orígenes y naturaleza de los incidentes que circunscriben a la aviación del siglo XXI.

Sea este entonces un llamado a redoblar esfuerzos en la materia, a evitar caer en seductoras especulaciones, en concientizar al sector aeronáutico nacional en torno al profesionalismo y la objetividad que debe caracterizarlo, y a instar a un mayor sentido de responsabilidad conjunta sobre esta imperiosa urgencia global. Que las tragedias del Boeing 737 MAX 8 sean una lección para México y el mundo, y que dichas enseñanzas nos permitan una aviación más segura, más eficiente y más profesional.

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