Pasar al contenido principal
23/04/2024

Preparación para la era post covid-19

José Medina Go… / Domingo, 25 Octubre 2020 - 20:21

Hace apenas un año ni remotamente nos imaginaríamos que nuestro mundo, nuestra sociedad y nuestra vivencia cotidiana cambiaría tan profundamente. De hecho, apenas hace diez meses jamás podríamos haber sospechado que nuestras vidas cambiarían con este grado trascendencia, y que el futuro subsecuente jamás será igual. Es ley de vida. Todo el tiempo estamos sujetos al cambio, que por las buenas o por las malas, transforma y trasciende a nuestras expectativas y prospectivas.

Pensar en un mundo post COVID-19 es casi una ilusión fantástica. Todos ansiamos en mayor o menor medida regresar a un constructo ilusorio de “normalidad”, pensando que pasando una barrera imaginaria podremos volver a vivir como a principios de este año. Trágica, pero irremediablemente esto es imposible. El mundo cambió, nosotros cambiamos. Nuestras expectativas son unas, pero cuando nos enfrentamos a la realidad cotidiana abordamos nuestro entorno con temores, sospechas, y aún los más arriesgados, con precauciones.

En la aviación es exactamente lo mismo. Muchos actores del medio -desde las autoridades aeronáuticas internacionales, las aerolíneas, los pasajeros, los pilotos y personal de soporte, e inclusive los controladores de vuelo- toman ya un momento adicional de reflexión y precaución. Recordará el lector que hace apenas algunos meses, el suscribiente en este espacio señaló que existía una postura (hasta cierto punto acertada e incontrovertible) que las aeronaves en esta pandemia podrían ser vistos como “cajas de Petri voladoras”, ya que pueden trasladar el virus a grandes distancias en muy corto tiempo. De hecho, la expansión del COVID-19 a nivel global se dio principalmente por este medio: focos de infección aeromóviles, a manos de pasajeros internacionales e intercontinentales portadores de este mal.

En un periodo muy corto de tiempo -semanas, si acaso- virtualmente todo el planeta tuvo presencia del COVID-19, e irremediablemente esto se debió a la transmisión vía portadores que viajaron en aviones comerciales. Este es un golpe que, aunque sea coyuntural, la aviación moderna debe reconocer, y debe registrar en sus anales. De manera no intencional, fue partícipe de cambiar al mundo, pero no de una forma positiva. A casi once meses del surgimiento oficial de esta infección que derivó primero en epidemia y luego en pandemia, la aviación ha cambiado: los protocolos preventivos y reactivos ante agentes patógenos se ha incrementado exponencialmente, y hoy por hoy es posible afirmar que nos encontramos en uno de los entornos profesionales más responsables y comprometidos en la materia.

Tal vez algún paralelismo lo podemos encontrar con lo acontecido hace diecinueve años, ese fatídico 11 de Septiembre de 2001, cuando inauguramos formalmente el nuevo milenio con una nueva realidad que cambió a nuestra civilización global de manera trascendente. A partir de ese momento cambió la aviación en materia de seguridad preventiva ante amenazas físicas (security) y tal vez nos enfrentamos ahora a un cambio de paradigmas reactivos ante riesgos inherentes a la aviación (safety/security). Tal vez faltan años para apreciar con claridad estas transformaciones, pero lo que es un hecho es que prácticamente todos los participantes del sector exigen estas adecuaciones.

Por lo tanto, ¿qué sigue? ¿Qué cambios previsibles se prospectan para el futuro nacional e internacional de la aviación? En primer lugar, y de manera evidente, las extremas medidas de prevención física se mantendrán por meses o años. Control de temperatura de los pasajeros; pruebas rápidas de detección COVID; uso de agentes desinfectantes antes, durante y después del vuelo; seguimiento a pasajeros; y protocolos de atención ante posibles patógenos serán la norma por una larga temporada. Pero esto no acaba ahí. Muchas aerolíneas a nivel internacional se encuentran desarrollando cuestionarios preventivos a sus pasajeros para determinar su nivel de riesgo. Algunas de ellas han generado infraestructura tecnológica y sistemas para compartir datos e información de usuarios para dar seguimiento a ellos tras semanas después de haber volado. Esto les permitiría, en caso necesario, rastrear posibles portadores y contagios de COVID-19 y así disminuir la posibilidad de un rebrote pandémico.

Existen otras tecnologías que se encuentran en proceso de desarrollo e implementación. Desde cromatografías térmicas en aeropuertos y aeronaves, hasta detección temprana de posibles portadores por tendencias de comportamiento. El uso de inteligencia artificial, identificación de comportamientos de alto riesgo, así como un incremento en las medidas de vigilancia y supervisión física poco a poco se están implementado como procedimiento estandarizado en muchos aeropuertos a nivel global.

Sin duda, muchos actores señalarán que esto es violatorio de los derechos de privacidad de los usuarios, así como podrán denunciar que este tipo de tendencias afecta la integridad humana de los pasajeros, usuarios, operadores y personal de soporte. Pero cuando ponemos en la balanza estas posibilidades, y por otro lado la seguridad e integridad física de millones de personas, es considerable concluir que las molestias y posibles afectaciones son mínimas. Ese dicho de “te cuidas tú, nos cuidamos todos” tiende a tener más sentido en esta perspectiva.

Ciertamente es un tema de debate. Imposible es llegar ahora a una conclusión, o bien a una postura irreflexiva ante estos cambios que se avecinan. Sin embargo, debemos considerar que estas estrategias se encuentran orientadas a proteger la integridad de la vida humana, prevenir un rebrote global de COVID-19, y en esencia a salvar millones de vidas. Tal vez estos cambios sean parte del futuro que se avecina, donde debemos dejar de pensar como individuos y comenzar a adquirir una consciencia como especie y como civilización. Tal vez sea esta la clave de nuestra trascendencia.

Si es así, este sería un cambio de paradigma profundo para el ser humano. Sería una buena noticia disfrazada de tragedia. Y aunque no negamos el profundo dolor, daño y sacrificios que esta pandemia le ha traído a la sociedad humana y a la aviación, tal vez debemos identificar los aspectos positivos que podrá traer como consecuencia. No se trata de tener una actitud esperanzada en falsedades, sino en ser optimistas informados en la realidad, reconociendo que tal vez el cambio más profundo del COVID-19 sea este cambio de mentalidad, y que en el largo plazo la humanidad se verá beneficiada.

Si es así, trágico y lamentable será que haya sido a este precio. Pero más lamentable será que haya sido generado por una pandemia, y no por un consenso racional entre nuestras sociedades. Sea como sea, el futuro nos espera con un resplandor promisorio, siempre y cuando dejemos de poner excusas egoístas y justificaciones personalistas, y desarrollemos una visión conjunta, una consciencia colectiva, y hagamos sacrificios en nuestra individualidad para fortalecer la colectividad global. Si así fuera, esta pandemia podría ser aquello que nos proyecte juntos al porvenir. Si no, estaremos condenados a repetir esta tragedia global y a pagar con creces nuestra irreflexiva ceguera individualista. 

Facebook comments