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29/03/2024

Arqueología, ¿desde el espacio?

José Medina Go… / Domingo, 5 Abril 2020 - 22:21

En esta compleja temporada a la que estamos haciendo frente como comunidad global, en la que la cuarentena preventiva -aunque a veces parece más una medida reactiva- ante la pandemia de COVID-19 nos esta obligando a retraernos y generar un distanciamiento social como parte de la estrategia por minimizar la transmisión de la infección que ha dominado la escena y atención global, es momento oportuno arribar a una reflexión ineludible: como sociedad y como civilización vamos a superar esta crisis. Tal vez sea cosa de semanas, incluso meses. Las afectaciones económicas serán, sin duda, brutales pero recuperables. El retroceso en la cohesión social tomará tal vez años en reestablecerse; y esta pandemia habrá generado una de los mayores y más perdurables legados en lo más precioso pero intangible que como sociedad tenemos: nuestra disposición psicosocial.

Sin dudas el COVID-19 dejará una “huella de miedo” profunda en nuestra psique individual y colectiva que marcará a esta generación global; y así como otras generaciones han lidiado con esta marca queloide como la guerra, el hambre o la enfermedad de siglos pasados, ésta llevará consigo la marca del “coronavirus”. Pero incuestionablemente saldremos de este atolladero, y deberemos reconstruir y recuperar lo perdido. Recordando que los mayores avances y desarrollos suceden tras la destrucción y la recesión, nos encontramos en una coyuntura donde las probabilidades históricas nos muestran que tras superar esta crisis global nos encontraremos en una coyuntura donde podremos desarrollarnos y proyectarnos de manera considerable. La pregunta no es “si”, sino “¿en qué ámbito?”.

Como hemos señalado en esta columna en repetidas ocasiones, el campo de desarrollo de la humanidad en el siglo XXI es el espacio; y desde hace algunas semanas (con excepción de la semana pasada) el suscribiente se ha dedicado a reflexionar con el lector en torno a los grandes avances, retos y rutas críticas necesarias para que como sociedad y como comunidad global nos adentremos al espacio y desarrollemos plenamente nuestro potencial como especie. Los beneficios de adentrarnos al entorno más allá de nuestra atmósfera son evidentes, incluyentes y se amplían cada vez más al encontrar nuevas y más profundas aplicaciones de la tecnología espacial.

Sin embargo, hay una aplicación impactante que por lo general queda desapercibida, en razón que involucra de manera integral y complementaria dos temas que son total y diametralmente opuestos en prácticamente todos los sentidos: la arqueología espacial. Estamos hablando de tecnología de exploración y observación que se posiciona en el espacio para la identificación de restos sociales humanos del pasado remoto. Estos son los dos extremos incluyentes y complementarios: emplear tecnología de punta y con gestión prospectiva en el espacio exterior, donde se encuentra el futuro de nuestra especie, para mirar a la Tierra y encontrar cosas de nuestro pasado, nuestros orígenes. Se trata de mirar al pasado desde una plataforma del futuro, y de emplear una posición de donde vamos para identificar de dónde venimos.

Existen muchas tecnologías que sirven para estos fines, pero destaca principalmente el LIDAR, o Imágenes por Detección y Distanciamiento vía Laser (Laser Imaging Detection and Ranging). Como muchos desarrollos científicos contemporáneos, esta tecnología comenzó como un desarrollo principalmente para fines militares, ya que el mismo es una excelente herramienta para realizar mapas tridimensionales de un terreno e identificar tendencias del mismo independientemente del follaje, sedimentos o materiales que podrían cubrir un espacio geográfico determinado. Los mapas LIDAR son como ver una reconstrucción de un terreno o espacio por capas, y que pueden irse eliminando hasta lograr una imagen que a simple vista es imposible de identificar. Empleados en Irak, Afganistán y otros teatros de operaciones militares en el mundo, esta tecnología hasta hace apenas algunos años estaba restringida para uso primordialmente castrense o de Inteligencia.

Sin embargo, con el paso del tiempo se ha ampliado a otras aplicaciones, y una de las más destacadas es la arqueología. Por medio de este recurso, científicos especializados y con visión de vanguardia han identificado desde imágenes satelitales y aéreas patrones sobre terrenos e incluso estructuras arqueológicas que nos abren la mirada a un pasado que de otra manera seguiría oculto y olvidado. Sus primeras aplicaciones fueron en el Medio Oriente, donde por medio de mapas LIDAR se encontraron rutas de caravanas beduinas de cientos de años de antigüedad. Lo anterior fue posible al remover capas de sedimentos que por cientos de años fueron acumulándose sobre rutas, caminos y asentamientos seminómadas.

Si lo anterior parece sorpresivo y hasta casi imposible de creer, el lector quedará aún más impactado al saber que esta tecnología ha servido para identificar “ciudades perdidas”. Gracias al LIDAR, la comunidad arqueológica ha descubierto asentamientos urbanos antiguos, muchos de ellos que sólo figuraban en leyendas o relatos populares o bien que se desconocían totalmente, y en varias ocasiones por estos recursos han encontrado civilizaciones completamente desconocidas. Tal es el caso de Angamuco en Michoacán, varios asentamientos en la península de Yucatán, ciudades y civilizaciones pedidas en Honduras, Bolivia y Perú, así como numerosos posibles asentamientos prehistóricos esparcidos por el mundo.

Por supuesto, la doctrina arqueológica clásica de verificación en el terreno es imperativa, y eso ha retrasado mucho la declaratoria de estos descubrimientos. Pero lo anterior se debe a que la dificultad de acceso estas regiones, así como la densidad del follaje y las dificultades orográficas de acceso han llevado a que estos restos humanos queden marginados, ocultos y hasta cierto punto aislados. Esto es precisamente lo que los ha llevado a permanecer en la obscuridad por tanto tiempo, y que sólo gracias a esta nueva tecnología tenemos conocimiento de su existencia.

En nuestro país el LIDAR se ha empleado con éxito para la identificación de sitios arqueológicos y hasta de asentamientos complejos de increíble valor. La experiencia internacional es aún mucho más rica y valiosa, y esto se debe al conocimiento y aplicación mucho más profunda de estos recursos. Es llamativo que países latinos y centroamericanos con menos capacidades materiales que México emplean ya esta tecnología en este rubro científico, así como para la planeación urbana, la cartografía y demografía para fines de administración pública e incluso para la planeación de políticas públicas de alto impacto tales como la educación y la salud.

El LIDAR es una de tantas tecnologías de la era aeroespacial que poseen importantes aplicaciones en la gestión de la calidad de vida de nuestra especie, y como ésta hay tantas más que vale la pena identificar y explotar para nuestro beneficio como país y como sociedad. En este tiempo de recogimiento y reflexión debemos identificar estos insumos, los cuales sin duda podrían ser aplicados para el beneficio prospectivo del país. Es ahora labor individual identificar estas oportunidades, y con algo de suerte y empeño colectivo el liderazgo nacional será consciente de sus potencialidades y beneficios de empleo. De lo contrario, siempre está la iniciativa privada.

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