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19/04/2024

Buena noche en Nochebuena

José Medina Go… / Lunes, 24 Diciembre 2018 - 09:29

De manera inevitable –para algunos con alivio y para otros no tanto– este 2018 se encuentra en constante estado de desaceleración y, próximos a concluir este periodo, se vislumbra cada vez más cerca la inauguración de un nuevo año, en una nueva etapa y un nuevo contexto. Sobra decir que este lapso anual fue complejo, intenso, desgastante, en ocasiones frustrante y, ciertamente, no sin algunos desenlaces inesperados.

Al ser uno de los más complejos a nivel nacional e internacional y debido a la gran cantidad de variables que lo integran, nuestro sector es particularmente sensible y susceptible a estos cambios y variaciones del entorno, aunque no de manera simétrica ni proporcional. Por un lado se requieren grandes esfuerzos para promover un potencial cambio positivo o prospectivo; pero por otro, indicios o variaciones pequeñas pueden desencadenar retrocesos considerables.

Podría pensarse que esto implica que el sector aeronáutico y aeroespacial es “inestable” o “voluble”, sin embargo, esto no es necesariamente cierto. Más bien hay que considerar que nuestro entorno tiene un delicado equilibrio, el cual no necesariamente es lineal, geométrico o proporcional. Sobra decir que dicho equilibrio no es exclusivo de nuestro ramo, sino característico de cualquier proceso complejo de nuestra civilización.

Así, cerramos este año todavía con importantes incógnitas en torno a los grandes proyectos de infraestructura nacional en materia aeroportuaria. También queda la incógnita sobre el futuro de la inversión pública y privada en el sector aeronáutico y aeroespacial, ya que existen cuestionamientos, dudas e interrogantes sobre la solvencia, rentabilidad y seguridad de las mismas.

Otro gran tema es la confianza internacional –púbica y privada– hacia nuestro rubro en México, ya que las infortunadas decisiones y discursos de las autoridades competentes en la materia no han estado al nivel de la competencia global. Finalmente tenemos avances nacionales en torno al diseño, construcción y producción de aeronaves, componentes de las mismas y tecnología vinculada directa e indirectamente a la aviación, cosa que nos llevará a seguir pendientes de los apoyos, estímulos y financiación que el nuevo Gobierno dará a los mismos.

En suma, cerramos el año con una larga lista de temas inconclusos, pendientes y preguntas sin respuesta aparente, cuya semejanza pareciera ser su amplia relevancia para la definición del futuro nacional en aeronáutica. No obstante, un incidente que para la gran mayoría de los medios de comunicación pasó casi desapercibido (con excepción de este medio) posee importantes implicaciones futuras que no podemos ni debemos dejar de mencionar.

El día miércoles 12 de diciembre, el vuelo de Aeroméxico AM770 –operado con un Boeing 737-800 y ruta de Guadalajara a Tijuana– tuvo un percance casi inimaginable y que a poco estuvo de convertirse en tragedia: en su proceso de aproximación al aeropuerto Gral. Abelardo L. Rodríguez de la ciudad fronteriza colisionó en pleno vuelo con un presunto “drone”. Mientras que todavía continua la investigación del suceso, todo parece indicar este vuelo comercial colisionó con un objeto no tripulado (dron, avión de radiocontrol u otra aeronave teledirigida) en pleno proceso de aterrizaje, poniendo en riesgo la seguridad e integridad física de la aeronave, tripulación y pasaje. Afortunadamente este incidente no paso a mayores, fuera de un avión dañado pero con capacidad de vuelo funcional; pero si el impacto hubiera sido en otra parte del avión, la historia que estaríamos relatando sería la de una “gran tragedia guadalupana” en cielos mexicanos.

Sin duda falta tiempo para ver el resultado de la investigación, poder adjudicar responsabilidades y dar seguimiento a la potencial imprudencia que ocasionó este incidente. Pero nuevamente nos pone de manifiesto el riesgo a la seguridad aérea que emerge de la coexistencia no regulada entre aeronaves tripuladas y no tripuladas en nuestro espacio aéreo. Seguramente se hablará más de este tema en semanas venideras, pero este tipo de incidentes es el claro ejemplo de aquellos “pequeños” sucesos que pueden cambiar el rumbo de la aviación nacional e internacional; incidentes quizás ínfimos en magnitud pero que pueden alterar drásticamente el delicado equilibrio de nuestro sector.

Es así como quisiera cerrar esta reflexión semanal señalando que no siempre son las cosas grandes y notables las que pueden tener un impacto profundo en nuestras vidas, sino también las pequeñas y potencialmente descartables pueden alterar profundamente nuestra cotidianidad, ya sea para bien o para mal. Es entonces donde debemos aprovechar estas fiestas y en particular esta Nochebuena para apreciar las cosas pequeñas y grandes que nos rodean. Y también para reflexionar sobre la fragilidad y vulnerabilidad de nuestro acontecer diario, y aprender a aprovechar y capitalizar al máximo aquellas “pequeñas cosas” que integran nuestro diario existir.

Finalmente, en esta Nochebuena no nos olvidemos de pasar una buena noche. Invito al lector a que, en esta víspera de Navidad, nos tomemos un breve momento para ver el cielo nocturno. Tan solo una mirada hacia arriba, a la oscuridad acotada por estrellas distantes pero luminosas, nos permitirá ver que en ella marcaremos nuestro porvenir; que nuestro mañana se caracteriza por retos pero también por nuevas altitudes, y que el mayor regalo que podemos adquirir y obsequiar en estas fechas no tiene costo pero es invaluable: la esperanza.

Felices fiestas, mucho ánimo y mucha esperanza, hoy y siempre. Y que en esta buena noche volemos alto para mañana poder hacer de esta esperanza una realidad. ¡Felicidades!

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