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23/04/2024

La licencia de piloto que pude haber perdido en un mal cálculo

Juan A. José / Miércoles, 9 Noviembre 2016 - 08:10

Este comentarista aeronáutico alguna vez tuvo el privilegio de estar al mando de aeronaves ostentando una licencia de Piloto Privado, al que pretendí sumar una comercial con el objetivo de convertirme en todo un capitán de aerolínea.

Pero eso no sucedió; en pleno proceso de capacitación en los cielos del Estado de Florida en los Estados Unidos, un día comprendí que lo mío, por lo menos a esas alturas de mi vida no era la piloteada sino estar cerca de los aviones, que no es lo mismo.

Y es que si bien estar a cargo de un vuelo es una experiencia maravillosa que muchas veces extraño, no necesariamente hay que ser aviador para formar parte y disfrutar de lo aeronáutico.

Es así que dejé de volar como piloto y me di un tiempo para reflexionar sobre mi futuro profesional, terminando por estudiar la carrera universitaria que aún ejerzo y que me ha dado enormes satisfacciones, como la de haber ingresado a laborar en la Dirección General de Aeronáutica Civil tan pronto como concluí mis estudios en el año 1983.

Fue en esos tiempos cuando en plena madrugada me despertó un insoportable dolor en el costado; el diagnóstico fue: Cálculos Renales.

No pasaron ni dos años cuando volví a arrojar otra piedra, situación que se repitió varias veces al grado que se me diagnosticó litiasis renal crónica. Afortunadamente para entonces había reafirmado mi decisión de bajarme de las cabinas de vuelo, concentrando mi vocación aérea en la gestión, la consultoría y la academia.

Hace unos 10 años tuve la oportunidad de comentar mi caso con un prestigiado médico certificador aeronáutico quien me confirmó que dada la frecuencia de mis cálculos difícilmente hubiese yo podido mantener mi licencia de piloto, menos aún una comercial y más trabajando en una aerolínea.

Los pilotos tienen que estar sanos y no padecer una enfermedad potencialmente incapacitante como esa”, me dijo.

En pocas palabras: Gracias a mis joyitas metabólicas, tarde o temprano hubiese perdido mi trabajo al mando de una aeronave.

Lo cierto es que he podido convivir profesionalmente hablando con las molestias asociadas a la litiasis al grado que no he pasado más de uno de dos días incapacitado. Los cálculos no me han evitado atender a mis pasajeros, manejar por horas para visitar a mis clientes, preparar un documento, supervisar una operación o instalación aeronáutica, impartir una clase o como me sucede en este preciso instante, escribir una nota.

Así es estimado lector; conforme redacto este texto me preparo para un nuevo parto urinario, algo que por simple sentido común no podría hacer si tuviese en mis manos la responsabilidad de vidas humanas en el asiento de la cabina de una aeronave; en vuelo no podría decir como acaba de ocurrir: “Con permiso, ahora vuelvo que voy al baño a ver si finalmente sale la piedra y regreso”.

¿Coincidencia? ¿Destino o designio? El hecho es que a los 17 años de edad dejé una carrera de piloto al no haber encontrado en ella lo que buscaba, antes de saber que eventualmente una condición médica podría haberla truncado muy pronto.

¿Se imagina usted como me sentiría si habiendo obtenido la licencia comercial e ingresado a una aerolínea hubiese perdido mi capacidad legal de volar por esa razón? Eso posiblemente me hubiese dolido más que el cólico que ahora me cargo.

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